QUÉ SE DICE

QUÉ SE DICE

CLAUDIO ACOSTA
c.acosta@hoy.com.do
Una de cal y otra de arena.-  El gobierno logró convencer a los productores avícolas agrupados  en la Asociación Nacional de Productores de Huevos de que desistieran de la huelga que tenían programada para hoy, pero no pudo hacer lo mismo con los médicos,  por lo que a partir de hoy, y durante las próximas 48 horas, los hospitales de Salud Pública y el IDSS solo ofrecerán servicios en las emergencias.

Con los productores de huevos resultó fácil entenderse a pesar de la caldeada reunión, celebrada en la sede de la secretaría de Agricultura, donde ambas partes lograron ponerse de acuerdo, pues  las  autoridades tenían algo que ofrecer. Y efectivamente, el gobierno se comprometió a comprarles, a un precio promedio de RD$30, un millón de gallinas ponedoras, compra que, según lo pactado y firmado en ese encuentro, debía empezar de inmediato. En cambio con los médicos, que reclaman un salario mensual de 58 mil pesos, apertura de nuevas plazas para los  pasantes y la eliminación de la cuota de recuperación que se cobra en los hospitales,  entre otras reivindicaciones, no se avanzó un solo centímetro en procura de un acuerdo, básicamente porque las autoridades han negociado con las manos vacías y el argumento  claro y tajante de que el gobierno carece de recursos para complacer las exigencias del gremio. ¿Por qué hay recursos  para complacer a los hueveros y los médicos, en cambio, deben seguir esperando con la cara larga y el ánimo resentido y levantisco a que se cumplan sus exigencias?  Eso habrá que preguntárselo a quienes toman las decisiones en el Palacio Nacional, pero es evidente que se ha dado mayor importancia a proteger de una eventual quiebra a un sector económico importante, responsable del 65% de los huevos que se consumen el país, que a las aspiraciones  de los médicos, que al fin y al cabo lo más que pueden hacer, como han hecho ya cuchimil veces sin ningún resultado ni provecho para su causa, es paralizar los hospitales públicos  para desgracia de los infelices  de siempre, quienes a pesar de no tener velas en ese entierro tienen que pagar los platos que rompieron otros.

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