Qué se dice

Qué se dice

Oídos sordos
Una de las cosas que más mortifica a los residentes de El Vergel, temerosos de ser desalojados para dar paso al elevado «tipo trompeta» que se propone construir la secretaría de Obras Públicas en la intersección de las avenidas 27 de Febrero y Ortega y Gasset, es que el gobierno ha hecho caso omiso no solo a sus reclamos y protestas sino también a sus reiteradas peticiones de que se produzca un encuentro entre ellos y las autoridades, a fin de discutir la posibilidad de encontrar una solución menos traumática al problema del tránsito que enfrentan los capitaleños.

Pero no hay forma de que esas protestas y reclamos, ampliamente recogidas por los medios de comunicación, convenzan al gobierno de la necesidad de ofrecer algún tipo de explicación a quienes serían afectados por esa obra, como si no se tratara de recursos públicos de los que hay que rendir cuentas. Parece que, como es Pa´lante que vamos, quienes nos gobiernan han decidido taparse los oídos para no escuchar nada que les distraiga o desvíe de su meta, lo que también los expone al riesgo de no escuchar tampoco las oportunas advertencias ante el peligro inminente o un arriesgado cambio de rumbo.

Libelo made in usa

No hace falta poner mucho empeño, por lo menos entre nosotros, para descalificar la sarta de mentiras y exageraciones que despliega a lo largo de dos páginas el periódico norteamericano The New York Times, en las que se nos describe como un Estado xenófobo, que persigue y extermina a los trabajadores haitianos que desempeñan labores agrícolas en una comunidad fronteriza, a los que también deportamos en forma masiva e indiscriminada cuando dejan de sernos útiles. Importa poco, sin embargo, el que aquí sepamos que se trata del producto de una mente calenturienta y prejuiciada, como las de tantos extranjeros que nos visitan y luego escriben sobre nosotros, si al final de cuentas la comunidad internacional, o buena parte de ella, sí creerá lo que cuenta ese «reportaje», dado que la callada, sistemática y aviesa campaña de nuestros detractores ha dejado un sedimento en esa comunidad internacional, que no dudará en dar por verdaderas, o por lo menos posibles, las barbaridades que allí se relatan. El gobierno ha hecho bien, sin duda, al negarse a responder siquiera ese libelo, pero eso no quiere decir que también convenga ignorar o minimizar sus dañinos efectos.

 

Costumbres navideñas

Tal y como ocurre con las teleras cada diciembre del que tengamos memoria, cuando panaderos y panaderías amenazan con no fabricarlas por tal o cual motivo, sucede también con los peligrosos fuegos artificiales, cuya prohibición se ocupan de recordar -para estas fechas- nuestras autoridades, que ya olvidaron que el año anterior dijeron mas o menos lo mismo sin que nadie les hiciera el menor caso. De hecho ya empezaron las advertencias en ese sentido, pues la Procuraduría Fiscal de Santiago y el Consejo Regional de Emergencia con asiento en esa ciudad cibaeña convocaron ayer una rueda de prensa, en la que anunciaron que no permitirán la operación de fábricas clandestinas de fuegos artificiales ni su venta en lugares públicos. ¿Habrá alguien que les haga caso en esta oportunidad? ¡Por supuesto que no! Pero se habrá cumplido con la costumbre navideña de hacer la advertencia, costumbre que también respetarán fabricantes, vendedores y usuarios ignorándola de manera olímpica.

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