Política fallida.- El patrón siempre es el mismo: la Policía informa que mató uno, dos, tres o cuatro peligrosos delincuentes en un intercambio de disparos, lo que es de inmediato desmentido por testigos y familiares de las víctimas afirmando que se trató en realidad de un vulgar asesinato, un fusilamiento o una masacre, como la describió el abogado de dos de los cuatro hombres abatidos a balazos por una patrulla policial en el barrio El Valiente, en Santo Domingo Este, con los que la institución sumó 15 en los últimos diez días.
El próximo paso, según el harto conocido guión, es nombrar una comisión de altos oficiales, preferiblemente generales, para investigar las circunstancias en que se produjeron esas muertes y establecer las debidas responsabilidades y sanciones, como efectivamente ocurrió; de ahí en adelante solo queda esperar que el tiempo, o nuestra capacidad para el olvido, se encarguen de que la cosa no pase de ahí. Claro está, no piense usted que esas matanzas hacen nuestras calles más seguras, ni que matar delincuentes como se mata a las cucarachas y demás alimañas acabarán con la delincuencia, pues nadie ha vencido nunca una enfermedad atacando únicamente sus síntomas más visibles.
Acostumbrémonos, pues, a vivir de sobresalto en sobresalto y bajo el temor permanente de ser robados, atracados o asesinados en cualquier momento, lugar o circunstancia, por lo menos mientras la única política pública que desde el Estado se aplica con rigor y consistencia para combatir la delincuencia y la criminalidad sean los conocidos y desacreditados intercambios de disparos, llamados ejecuciones extrajudiciales por los organismos internacionales de derechos humanos, que para colmo son además ilegales e inconstitucionales.