Qué se dice

Qué se dice

¿Cuál es la prisa?
Desde luego que es duro que le digan a cualquiera, de un día para otro, que en menos de un mes deberá salir, con rumbo desconocido, de la casa en la que ha vivido en los últimos treinta años, y todo para darle paso al avance arrollador -nunca mejor dicho- del bendito progreso.

Por esa pesadilla están atravesando los vecinos del sector El Vergel a los que las autoridades notificaron, el pasado 8 de noviembre, que sus viviendas y negocios serán afectados por la construcción de un elevado «tipo trompeta» en la intersección de las avenidas 27 de Febrero y Ortega y Gaset, que deberán abandonar antes del primero de diciembre. No se trata de darle la espalda al progreso, mucho menos si supone, como calculan los técnicos de la Secretaría de Obras Públicas, un gran beneficio para los 200 mil automovilistas que utilizan esas vías diariamente, pero cualquier obra que se haga ahí, aún sea para favorecer a la gran mayoría, debe evitar por todos los medios los abusos y atropellos en que a veces incurren sus patrocinadores cuando andan con mucha prisa, como parece ser el caso de un elevado que hasta hace unos cuantos días se ignoraba fuera de tanta prioridad para el gobierno.

¿Por qué el misterio?

Siempre que se hacen las cosas con tanto misterio pasa lo mismo. A la confusión inicial, producto de informaciones contradictorias tanto de la Secretaría de Obras Públicas como de la empresa que construiría la obra, sobre los alcances y naturaleza del proyecto, hay que agregar ahora los cuestionamientos a la suma que las autoridades calculan costará, alrededor de 200 millones de pesos, suma considerada ridícula por la junta de vecinos de El Vergel dada la magnitud del proyecto y las propiedades que afectará; para ellos, el gobierno invertiría en esa obra la astronómica cifra de 2 mil millones de pesos. Hay, evidentemente, una gran distancia, además de unos cuantos ceros, entre una cantidad y otra, por lo que resulta obvio que alguien no está sacando bien las cuentas. Pero en lo que se averigua quién tiene, finalmente, la razón, hay que señalar, a propósito de esa obra y lo que costará a los contribuyentes, que sigue existiendo la sensación –los cientistas sociales prefieren hablar de «percepción»- de que el gobierno tiene mucho dinero para algunas cosas, ciertamente importantes, pero muy poco o ninguno para otras, definitivamente imprescindibles.

Migración

Mientras nos entretenemos, al fondo de un callejón sin salida, debatiendo qué hacer con la migración haitiana, culpable -al parecer- de todos nuestros males, nos hacemos los desentendidos con el resto de los extranjeros que residen en territorio dominicano de manera legal o ilegal, muy a pesar de las reiteradas denuncias de que el país es utilizado como teatro de operaciones de la mafia intenarcional, la última de ellas proveniente de un funcionario del departamento de Justicia norteamericano que nos visitó la pasada semana, alertándonos sobre la presencia de los carteles de la droga de Europa, Norteamérica y Sudamérica en suelo dominicano. ¿Qué tiene de raro, en el globalizado mundo en que vivimos, que dos yugoeslavos hayan sido apresados hace unos días en Santiago cuando intentaban alquilar un vehículo con tarjetas de crédito falsas? Absolutamente nada, sobre todo tratándose de ciudadanos de la vieja y culta Europa, civilizados hasta para delinquir y para colmo blancos, una verdadera «profesión» en un país donde los únicos negros son -precisamente- los haitianos o los que llevamos ocultos detrás de las orejas.

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