En sesión permanente.- Durante años, el exterminio sistemático de presuntos delincuentes –los famosos y desacreditados intercambios de disparos– han sido la única política pública aplicada con consistencia por el Estado para garantizar la seguridad ciudadana. Por eso se entiende que a nuestra Policía le cueste tanto esfuerzo cambiar el chip, ser más preventiva que represiva, acercarse más a la comunidad a la que sirve; en fin, que pueda ser la nueva Policía que demandan los nuevos tiempos. Es evidente, entonces, que nos cogió lo tarde para transformar a la llamada institución del orden en un instrumento eficaz para combatir la delincuencia y la criminalidad, y probablemente sea ese el principal obstáculo para la aplicación exitosa de cualquier plan de seguridad que quieran poner en ejecución las autoridades. Pero la Policía, a propósito del grave problema de seguridad pública que padecemos, no es la única institución rezagada, como coincidieron en admitir ayer tanto el ministro de las Fuerzas Armadas, el almirante Sigfrido Pared Pérez, como el jefe de la Policía, el mayor general José Armando Polanco Gómez, en un ejercicio de sinceridad que se agradece pero que ensombrece aun más el panorama. ¿Cómo recuperar el tiempo perdido? ¿Qué hay que hacer para ponernos al día? ¿Cuándo podremos decirle a la gente que puede salir a las calles sin el temor de ser asaltada o asesinada para arrebatarle un celular o cualquier baratija? Son demasiadas las preguntas sin responder, sin que se vean las acciones para darle respuesta. De todas maneras tranquiliza saber que el presidente Danilo Medina se ha declarado en sesión permanente hasta ver resultados concretos del cacareado Plan Nacional de Seguridad Ciudadana, pero ojalá recuerde el mandatario, al igual que los funcionarios responsables de su aplicación, que para las víctimas fatales de la delincuencia, que aumentan en número cada día que pasa, ya no habrá mañana.