Transfuguismo.- Una de las prácticas que está llamada a sancionar la llevada y traída Ley de Partidos, en caso de que algún día (la esperanza es lo último que se pierde) la aprueben los políticos que medran en el Congreso Nacional, es el transfuguismo, una de las peores lacras que exhibe la envilecida política criolla.
Así nos ahorraríamos espectáculos como el ofrecido por la vicealcaldesa del municipio Santo Domingo Norte, Ada Aimée de la Cruz, electa en la boleta del Partido Revolucionario Dominicano, quien el pasado lunes decidió apoyar, junto a un grupo de perredeístas, al candidato del Partido de la Liberación Dominicana Danilo Medina, quien la recibió entre los suyos con la fanfarria acostumbrada. Y no podía ser de otra manera, pues la gracia (¿o sería mas adecuado decir la desgracia?) de esos impúdicos cambios de chaqueta, de esa burla a los electores que supone que un funcionario electo se pase de un partido a otro distinto al que lo postuló, es que lo sepa todo el mundo, como si fuera algo de lo que deberían sentirse orgullosos tanto los que actuaron con absoluto desprecio a la lealtad partidaria y la ética política como los que los recibieron con los brazos abiertos.
Desde luego, soy consciente de que la joven y hermosa vicealcaldesa está siguiendo el mal ejemplo recibido de una clase política que solo actúa en función de sus propios intereses, y hasta lo suficientemente indulgente para aceptar las explicaciones que dio sobre su comportamiento, aunque destilen –al menos para mi gusto– un cinismo inquietantemente precoz: Mi vocación de servicio es lo que me motiva a dar este gran paso. Pero sigo creyendo que el transfuguismo es una práctica odiosa, execrable y degradante, y que el día que desaparezca definitivamente la política dominicana será más decente.