En respaldo a la autoridad
Es tal el caos que caracteriza el transporte urbano a diferencia del inter urbano, generalmente satisfactorio- que a cualquiera le invade la duda en estos momentos: ¿Podrán las autoridades poner en régimen de orden a la masas de choferes que pueblan las calles en desesperada búsqueda de lo suyo? Se trata de una tarea harto difícil. Pero lo que la haría definitivamente imposible sería que la opinión pública asuma una actitud contemplativa en vez de respaldar con vigor a los agentes encargados de imponer normas en el transporte, que son los de Amet asociados a la Policía.
Amet es un cuerpo que en sentido general ha conservado la mística de sus creadores y que ahora va a tener que jugar un papel de extraordinaria importancia. Reducir el desorden del concho y las voladoras no puede ser una papita, pero hay que lograrlo. Los medios de comunicación tendrán que dar seguimiento a esa misión, alentándola y respaldándola. Sépase bien que en algunos momentos podría surgir la violencia, pero puede darse por seguro que quienes más querrían originarla son aquellos sectores que prefieren seguir como chivos sin ley.
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Momento clave
Ahora que todas las cartas están sobre la mesa, al gobierno le están poniendo las peras a cuarta con el proyecto de reforma fiscal. El dilema le viene a resultar terriblemente adverso, pues el asunto no es tan simple como aspirar a que los impuestos nuevos cumplan como único propósito sustituir a los gravámenes que desaparecerán en función del tratado de libre comercio. El problema mayor está en que aún así, la economía dominicana quedaría en desventaja con relación a otros mercados en los que la estructura fiscal garantiza costos bajos a los productores o en los que, sencillamente, la agricultura y la pecuaria están sólidamente subsidiadas.
Aquí no ocurre así, por que los políticos se han ocupado demasiado de que el Estado sea, mayormente, una ubre a ser succionada como botín. En vez de ser un ente que redistribuya el ingreso y sostenga el progreso, la eficiencia y la productividad a nivel de las empresas y de los trabajadores. Parece que ha llegado la hora en que habrá que gobernar junto al pueblo y no en contra de él. El poder tendrá, inevitablemente, que renunciar a la preservación de un costoso mega Estado a costa del contribuyente.
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Estigma sin fronteras
Como bien se está descubriendo, el gigantesco escándalo de fraudes y perversidades que implicó dotar a cientos de sinvergüenzas de esta colectividad de pasaportes oficiales falsos ha involucrado a regidores y jueces civiles de toda laya y filiación política. El criterio muy generalizado de que ya aquí los partidos políticos no se diferencian en nada, y de que todos tienden a estar divorciados de la ética y en contradicción franca con los mejores intereses de la nación se reafirma vergonzosamente con este tráfico de documentos de viaje originado en el seno mismo del poder municipal. Se dice que cada partido tiene su participación en el festival de las falsificaciones con porcentajes similares a los que cada organización logró en las elecciones edilicias del 2002.
Las tres siglas estelares del partidismo están apareciendo en este asunto con la cantidad de oprobio que corresponde a los números de su representación en los municipios. A ese paso, el descrédito de las fuerzas políticas, que deberían velar mejor por la idoneidad de sus aspirantes a cargos electivos, va a sobrepasar los límites razonables, y la gente decente tenderá a alejarse cada vez más de los colores políticos, sin excepción.