Qué se dice

Qué se dice

Quizá sea una coincidencia, pero como en este país sobran los mal pensados no faltarán quienes establezcan una relación entre la separación del padre Rogelio de la parroquia de Cristo Rey, que no se resigna a la pérdida de su aguerrido pastor, y el anuncio que acaba de hacer el padre José Luis Hernández, párroco de la iglesia San Felipe Diácono, de San Carlos, de que será trasladado de parroquia. Rogelio y el padre José Luis tienen en común su entrega, la vehemencia conque defienden a su grey, pero también la dureza de su verbo, la acritud de sus cuestionamientos a las autoridades gubernamentales, que en el caso del cura de San Carlos ha llegado, incluso, al irrespeto a la figura del Presidente de la República. ¿Le llegó la hora de regresar al redil a las descarriadas ovejas del santo rebaño? Eso es lo que piensan muchos, sabrá Dios porqué, convencidos de que la tolerancia de la Iglesia con la rebeldía de algunos de sus hijos llegó a su fin.

[b]La venganza del gourde[/b]

La noticia caerá mal entre los nacionalistas, que se toman tan a pecho estas cosas, pero a los anti-haitianos, que ven una amenaza a nuestra soberanía hasta en la sopa, les caerá mucho peor. Y aunque se trate de una situación atribuíble, en gran medida, a la profunda crisis económica que atraviesa el país, la peor de las que se tenga memoria en la historia reciente, resulta difícil aceptar la estrepitosa caída del maltrecho peso dominicano frente al gourde, la moneda haitiana, que ha provocado una oleada de quiebras entre comerciantes que tradicionalmente hacen negocios entre Haití y República Dominicana. Aquellos que siempre han mirado a los haitianos por encima del hombro, con el distante desprecio de quienes se sienten superiores a esos «pobres negros», deberán de ahora en adelante replantearse sus prejuicios, por lo menos mientras en Petion Ville, el elegante barrio de Puerto Príncipe, haya que pagar 110 pesos dominicanos para juntarse con cien gourdes haitianos. ¿Quién iba a pensar que nuestro peso llegaría a valer menos, frente al dólar, que la moneda del país más pobre del hemisferio occidental? ¿Realmente estamos tan mal? Saque usted, amigo lector, sus propias conclusiones.

[b]Alarmante[/b]

La cifra -220 menores violados en apenas tres meses- es demasiado escandalosa como para pasarla por alto, y demasiado estremecedora, también, como para que no nos obligue a una urgente y profunda reflexión sobre las terribles implicaciones de esa inquietante estadística. Se trata de un problema muy complejo, pues esos abusos se producen, mayormente, en ámbitos muy cerrados como el de la familia, por lo que resulta difícil de controlar y mucho menos de prevenir, para no hablar de la gran cantidad de casos que no se denuncian. Pero la magnitud del problema planteado por el fiscal de la provincia Santo Domingo, Eddy Olivares, obliga a una respuesta rápida, sin demoras, aunque solo sea -para empezar- una campaña de concientización que ayude a la familia a protegerse de la terrible amenaza que se cierne sobre sus miembros más vulnerables. Confiando, por supuesto, en que la Justicia haga su papel, que no es otro que castigar con ejemplar severidad a quienes se encuentre culpables de tan abominable crimen.

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