QUÉ SE DICE

QUÉ SE DICE

CLAUDIO ACOSTA
c.acosta@hoy.com.do
De jueces y narcotráfico.
Generalizar siempre ha sido, además de impreciso, muy injusto, sobre todo si implica el endoso de atributos negativos,  claramente denigrantes, a los aludidos. Por eso ha sido  tan injusta la afirmación del Director General de Aduanas de que nuestros jueces actúan con permisividad o franca complicidad frente a un fenómeno que, como el lavado de dinero, “crece de manera vertiginosa en el país”.

Se queja Miguel Cocco de que esos jueces no tienen conciencia del daño que le hacen al país al liberar alegremente a narcotraficantes, a quienes también devuelven los cuantiosos bienes adquiridos gracias a sus ilícitos negocios, permisividad y complicidad que, a su juicio, deben ser denunciadas de manera responsable.

Y tiene toda la razón, pero si bien se acepta y reconoce el valiente gesto de hacer responsablemente esa denuncia, también se lamenta que no haya sido acompañada de datos más preciso, citando el santo y la seña de esos magistrados o, cuando  menos, señalando  los tribunales donde imparten “justicia”,  evitando así que otros jueces –no son todos los que están– que cumplen con su responsabilidad de impartir justicia con honestidad y estricto apego a las leyes vean cómo se les mete, injustamente, en el mismo saco, y dando la oportunidad a la Suprema Corte de Justicia, responsable de velar por su conducta, pueda actuar en consecuencia.

Las denuncias de lenidad de nuestros jueces frente al narcotráfico son muy viejas, pero siguen siendo actuales aún en estos tiempos en que se habla con orgullo de una  “nueva justicia”, como lo prueba la queja de la presidenta del Consejo Nacional de Drogas, Mabel  Féliz Báez, institución que realiza su trabajo en medio de grandes estrecheces, y todo por culpa –vaya coincidencia– de los jueces y su debilidad frente al narcotráfico, que cuando finalmente actúan –dice la funcionaria– es para devolverles las propiedades a los narcotraficantes.

Se trata de un mal del que, aparentemente, no podrá deshacerse nuestro sistema de administración de justicia, por lo menos mientras los seres humanos seamos vulnerables a las tentaciones del dinero, por lo que solo la vigilancia de las acciones de nuestros jueces,  junto a las denuncias responsables sobre sus malas accionees , podrán mantenerlos “por la rayita”.

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