Qué se dice

Qué se dice

Problemas invisibles.- ¿No sabía Jaime David Fernández Mirabal, hasta que lo publicó el doctor Rafael Molina Morillo en su columna, que el Salto de Jimenoa había sido privatizado y que para disfrutar de sus encantos había  que pagarle a un particular? Resulta difícil creer que  en un país tan pequeño, donde a la gente le gusta tanto darle  a la lengua,  no le llegara por lo menos el rumor, aunque solo fuera porque se trata de un atractivo natural tan importante.

El episodio (ayer se anunció que el beneficiario de la “concesión” accedió a permitir su uso al público de manera gratuita) sirve para ilustrar,  por enésima ocasión, mi requete probada teoría de que los problemas que en este país no salen en los periódicos o en la televisión  no existen, al menos para cierta clase de  funcionarios públicos que solo así se dan por enterados de asuntos de su absoluta incumbencia, lo que explica que tanta gente –que ya  se aprendió el truquito– acuda a los medios  a llevar problemas tan nimios como la limpieza de una cañada o la colocación de un semáforo, o tan graves como una amenaza de muerte de parte de alguna autoridad (normalmente suelen ser policías ¿por qué será?), una operación quirúrgica de vida o muerte o la falta de un techo a la casita que al pobre infeliz se  le está cayendo encima. Los amantes de los encantos de la  Naturaleza, sobre todo de los que Dios le regaló “a la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto”, como sentenció un Cristóbal Colón deslumbrado por la exuberancia de Quisqueya (y de sus indias, que tampoco se trataba de una expedición ecológica),    deben estarle muy agradecidos al doctor Molina Morillo por su denuncia, pero también a los funcionarios de Medio Ambiente porque todavía (algo es algo) se toman la molestia de leer los periódicos.

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