CLAUDIO ACOSTA
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¿Quién podrá defendernos? Pongámonos claros desde el principio. La señal que la sociedad dominicana acaba de recibir desde la JCE no podía ser más desesperanzadora; el organismo responsable de organizar las elecciones del próximo 16 de mayo, al que se le asignaron, a costa de los esquilmados bolsillos de los contribuyentes, RD$985 millones para que cumpla con ese propósito, no se siente con autoridad suficiente ni para llamar la atención de los candidatos para pedirles que moderen su lenguaje y le ahorren al país males y dolores mayores.
Argumentar ahora que la culpa de esa falta de autoridad es consecuencia del rechazo de los partidos, la sociedad civil y otros sectores al natimuerto y extemporáneo reglamento de campaña no es mas que una forma, bastante cínica por cierto, de evadir una responsabilidad fundamental del tribunal de comicios , que bien pudiera en este caso, como sugiere uno de sus miembros, convocar al Pleno y al liderazgo de los partidos para hacerles entrar en razón, apelando a su autoridad moral y, más que nada, a su ineludible compromiso de arbitrar un proceso que, más allá de los insultos y diatribas que en estos días enrarecen el clima electoral, nadie quisiera que fracase. ¿Es eso pedir demasiado?
Una mala idea.- No hay que ser experto un comercio internacional para saber que la peor respuesta que se puede dar a la decisión de las autoridades haitianas de mantener, a pesar de nuestros ruegos, la prohibición a la importación de productos avícolas procedentes de República Dominicana es el boicot que tienen previsto comerciantes y productores de pollos y huevos de Dajabón al mercado binacional que, como ya es tradición, se celebra todos los lunes en esa provincia fronteriza. Tampoco es buena idea iniciar una cacería de productos haitianos para sacarlos de un mercado donde, dicho sea a propósito, han tenido una buena acogida, considerando que a través de nuestra común frontera entra y sale absolutamente de todo. Un boicot al comercio con nuestros vecinos solo probará que los dominicanos tenemos mucho más que perder que los haitianos, como no tardarán en comprobar, mas temprano que tarde, sus enconados promotores.