QUÉ SE DICE

QUÉ SE DICE

CLAUDIO ACOSTA
c.acosta@hoy.com.do
El soldado. El doctor Octavio Líster  ha marcado  distancia de la polémica decisión de retirar la querella que pesaba contra el dirigente reformista Angel Lockward, acusado de hacer  mal uso de millones de pesos a través de los cupones de distribución del Gas Licuado de Petróleo  cuando se desempeñó como secretario de Industria y Comercio, que gracias al director del Departamento de Prevención de la Corrupción Administrativa  sabemos que salió  directamente del despacho del Procurador General de  la República.

Al hacer su aclaración  a los periodistas, ansiosos por conocer la reacción del funcionario, Líster se definió como un “soldado” del Ministerio Público, y por tanto obediente de las decisiones de su superior jerárquico, en el entendido de que el doctor Radhamés Jiménez está  facultado -¿quién ha dicho lo contrario?- para tomar esa decisión. Sin embargo  es legítimo asumir, a partir del discurso del doctor Líster desde que llegó al cargo, que  el funcionario no está precisamente complacido con el retiro de la acusación  al licenciado Lockward, interpretada en amplios círculos de opinión como una especie de “bono”  conque se premió su alianza política con el oficialismo y la reelección del presidente Fernández, aunque las circunstancias y la disciplina que le impone el cargo lo obliguen a morderse la lengua. 

Pero  aquellos  que  vemos el juego desde las gradas, desde el privilegio de ser simples espectadores,  tenemos el legítimo derecho a interpretar el retiro de la acusación contra el dirigente reformista como un nuevo  revés para la política anti corrupción  del gobierno,  si es que a estas alturas existe algo que merezca –con perdón del doctor José Joaquín Bidó Medina–ese calificativo,  como también lo fue el retiro de la  querella contra los imputados en el expediente del PEME, todos importantes funcionarios del actual gobierno. Y es una verdadera lástima, sobre todo en un país  donde la corrupción administrativa se ha convertido en uno de los peores enemigos de la institucionalidad, pero también en un perverso mecanismo de perpetuación de la desigualdad, la exclusión, y nuestra eterna pobreza.

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