Qué se dice

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Rebelión estudiantil
Cientos de estudiantes del barrio Pueblo Nuevo, en Los Alcarrizos, ocupan desde el pasado jueves un local confiscado por la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), del que se niegan a salir hasta tanto la secretaría de Educación repare la escuela pública Hermanas Mirabal, donde les corresponde recibir docencia, que se encuentra en condiciones ruinosas. En Santiago, en cambio, la forma de protesta fue distinta pero igualmente extrema, pues los estudiantes del liceo Francisco Ulises Espaillat, más de tres mil, montaron un piquete frente a la sede de la gobernación provincial, exigiendo la reconstrucción del plantel destruído parcialmente por el terremoto del 22 de septiembre del 2002. Lo mismo podrían hacer, porque motivos no les faltan, miles de estudiantes de otras zonas del país donde el mal estado de las escuelas, o la virtual inexistencia de ellas, los va a dejar fuera de las aulas, presa de la frustración y la impotencia. Las cosas, sin embargo, no han llegado tan lejos todavía, pero si usted se fija en el estado de deterioro en que se encuentran tantas y tantas escuelas, tan cerca como San Cristóbal o tan lejos como Elías Piña, tiene que llegar a la conclusión de que cualquier día de estos la «rebelión de los estudiantes» estallará y se extenderá, como un reguero de pólvora, por todo el territorio nacional.

Transparencia

Reynaldo Pared Pérez, en su calidad de secretario general del Partido de la Liberación Dominicana, ha hecho un pedido absolutamente legítimo y perfectamente atendible: revisar los hechos que motivaron la renuncia de Gustavo Montalvo de la Dirección Técnica de la Comisión Nacional de Etica, de la que se han servido a gusto los críticos del gobierno, sobre todo los que le atribuyen timidez o insuficiencia de garras a su política anticorrupción. La solicitud de Pared Pérez, empero, no es tan fácil de complacer como pudiera parecer a simple vista, pues hasta el momento ninguna instancia oficial, empezando por la propia Comisión Nacional de Etica, ha querido dar la cara, sea para ofrecer una explicación de lo ocurrido o desmentir todo lo que se ha dicho hasta ahora. La sorpresiva cancelación, el pasado jueves, de la participación que los principales representantes de esa comisión tendrían en un debate sobre corrupción administrativa organizado por Finjus ha sido, simplemente, la gota que ha derramado el vaso, pues arroja más sombras y cuestionamientos sobre un episodio para el que bastaba una oportuna y convincente explicación que honrara la transparencia tantas veces invocada en vano.

Viajes ilegales

Cada vez es más frecuente leer sobre la presencia de mujeres embarazadas en los abortados viajes ilegales hacia Puerto Rico, tal y como reporta el cable publicado esta misma semana, fechado en San Juan, dando cuenta del apresamiento de un grupo de veinte dominicanos, entre ellos cuatro mujeres en avanzado estado de gestación. Se trata, evidentemente, de una extraordinaria muestra de irresponsabilidad, de parte de esas mujeres, pero también de desesperación, aunque eso no sea, ni mucho menos, una excusa para su casi criminal conducta. Pero solo la desesperación explica que se arriesguen a tanto, al extremo de desafiar su instinto más primario, la misma clase de desesperación que llevó a nuestros compatriotas a decirle a los policías fronterizos puertorriqueños, al momento de ser apresados, que volverán a intentarlo de nuevo porque aquí «la cosa» está muy difícil. Y de seguro lo intentarán otra vez, como lo intentan prácticamente todos los días decenas, talvez cientos de dominicanos y dominicanas, para quienes «la cosa» está tan difícil en la tierra que les vio nacer que no es posible quedarse a esperar que llegue lo peor, o lo que tarda demasiado, que viene siendo lo mismo. Y así seguirá sucediendo durante mucho tiempo, independientemente de lo que hagan o dejen de hacer los diputados y senadores con la reforma fiscal, y aunque fuese verdad el cuento de camino que dice que el Tratado de Libre Comercio firmado con Estados Unidos es el principio de una relación comercial que nos rescatará, tarde o temprano, de las indignidades de la pobreza.

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