Lluvia de balas.- Si usted es de los que ha reducido al mínimo sus actividades sociales nocturnas por temor a ser asaltado, atracado o asesinado, ahora tiene un nuevo motivo para quedarse tranquilito en su casa: la moda de disparar de manera indiscriminada contra grupos de personas que se encuentran compartiendo, lo más quitadas de bulla, en lugares públicos, circunstancia en la que han muerto, tan solo esta semana, tres personas, en tanto otras 29 han resultado heridas de bala.
La situación expresa, de manera particularmente dramática, la creciente pérdida de valor de la vida humana, que unos desalmados se sienten en la libertad de tomar en sus manos sin ningún motivo ni razón, a no ser el perverso vicio de matar y destruir obedeciendo a un oscuro sentimiento de venganza personal o un despiadado ajuste de cuentas entre narcotraficantes. ¿Cómo hemos podido llegar tan lejos? ¿Dónde está el problema, cuándo empezó, por qué nos ha tomado por sorpresa? ¿Qué hacer para defendernos de esta nueva forma de violencia ciega y destructiva? ¿Tirarnos a las calles a protestar, como hicieron esta semana comunidades de Monte Plata y Moca, para llamar la atención de las autoridades y recordarles sus responsabilidades?
Son la violencia y la inseguridad, no el FMI al que mandamos a llamar cuando nos dimos cuenta de que las finanzas nacionales no cuadran, los que tienen a la sociedad dominicana arrodillada y aterrorizada. Con el agravante, como tenemos la oportunidad de comprobar cada vez que se denuncia la participación de un guardia o un policía en un hecho delictivo, de que las autoridades llamadas a defendernos, a servir de muro de contención de esa creciente amenaza, son parte del problema. Así que ya lo sabe: la próxima vez que se siente en un colmadón, un drink o una discoteca a compartir con unos amigos recuerde que la fiesta puede terminar bajo una lluvia de balas. ¡Y sálvese quien pueda!