Baltasar Garzón.- No seré yo quien le regatee al exjuez Baltasar Garzón, el hombre que se atrevió a trancar al dictador chileno Augusto Pinochet, su derecho a opinar sobre lo que se le antoje aquí o en Pekín, mucho menos si lo reclama con tanta vehemencia y convicción. Pero llaman mi atención, con todo derecho, los temas elegidos para expresar sus doctas y autorizadas opiniones jurídicas, tan necesitado como está nuestro sistema de administración de justicia, plagado de falencias, de sus sabios consejos y recomendaciones para mejorar su desempeño y resultados. Por eso resultan inevitables algunas preguntas que solo procuran establecer la verdadera naturaleza de esas diligencias. ¿Qué inspiró o motivó al exjuez Garzón a dirigirle una carta al Procurador General de la República, Francisco Domínguez Brito, en la que califica de ilegal el mantenimiento en prisión de Luis Alvarez Renta? ¿También estaba ejerciendo su derecho a opinar cuando salió en defensa del expresidente Leonel Fernández? ¿Son esas opiniones, que por venir de quien vienen tienen un enorme peso en la opinión pública, completamente desinteresadas, es decir por amor a la justicia, o la oficina de abogados que dirige las ha estado facturando? Tampoco seré yo, porque de eso ya se ocupó el doctor Carlos Salcedo, quien acuse a Garzón de ejercer ilegalmente la profesión de abogado con esas consultas, pues en un país donde cualquiera llega y hace lo que le da la gana sin que se lo impidan no vale la pena perder el tiempo en cosas que a nadie importan ni preocupan. ¿Ha escuchado usted quejarse a cualquiera de las asociaciones de abogados que tenemos por aquí de esa y otras formas comunes de intrusismo? Así las cosas nadie debe extrañarse, y mucho menos molestarse, si el exjuez español continúa haciendo uso de su derecho a opinar sobre lo que le parezca, ni que el senador Félix Bautista sea el próximo tema que elija para ejercer ese derecho.