QUÉ SE DICE

<P>QUÉ SE DICE</P>

 Limpiavidrios- Duele decirlo, pero esa es la dura y triste realidad de un país donde la indolencia es política pública, y la autoridad “competente” solo se da por enterada de la existencia  de los problemas cuando salen en los periódicos convertidos  en  dramas o tragedias. ¿Por qué se esperó a que los mercados que se improvisan en los semáforos, donde confluyen todo tipo de vendedores y buscavidas, terminaran convertidos en  escenario de una irreparable tragedia que hoy todos  lamentamos? El interés que ha despertado en los medios de comunicación  la muerte de un limpiavidrios a manos del conductor de un vehículo  con el que discutió, ha permitido a la opinión pública enterarse de que ya son dos los  muertos en altercados con conductores, pero también de las quejas de los automovilistas, sobre todo de las mujeres, por el acoso de que son víctimas de parte de esos vendedores y buscavidas. Está claro que en este pobre y jodido país no parece lógico ni razonable que se impida a esa gente ganarse el sustento debajo de un semáforo en cualquier esquina  de esta inhóspita ciudad, pero es responsabilidad de la autoridad –llámese policía o ayuntamientos– imponer  controles que impidan que se caotice la vía pública y se afecte el libre tránsito y que también eviten  las frecuentes  agresiones  que se producen tanto por la agresividad (valga la redundancia) de quienes ofrecen esos “servicios” como de los automovilistas que reaccionan con violencia cuando se les quiere obligar a recibirlos y además pagarlos. Es harto evidente que esa autoridad ha estado ausente, y que por esa razón las cosas han llegado tan lejos. Y lo peor  del caso es que una vez haya pasado el alboroto mediático provocado por la muerte  de ese limpiavidrios las cosas seguirán exactamente igual, por lo que  conviene estar alertas y no olvidar que las intersecciones  de nuestras  principales  avenidas son territorios  peligrosos en los que puede pasar cualquier cosa antes de que el semáforo cambie a verde.

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