Profilaxis
Por razones que, en las presentes circunstancias, huelga explicar, las Fuerzas Armadas han decidido establecer nuevos requisitos para ingresar a cualquiera de sus dependencias. Es obvio, sin embargo, que el problema no son los que ingresan a nuestros cuerpos armados sino el comportamiento que exhiben los que ya están dentro, es decir aquellos que se desvían del buen camino renunciando al compromiso de respetar el uniforme que llevan, seducidos por las tentaciones que tanto abundan en su camino, incluídas, desde luego, el narcotráfico.
Durante años nos hemos acostumbrado a ver como la cosa más natural del mundo cómo un general de la Policía o cualquiera de los institutos castrenses lleva un estilo de vida muy por encima de sus posibilidades salariales, desde la finca ganadera hasta la villa en La Romana, lo que ha terminado legitimando la obtención de una riqueza mal habida que tal vez sea el momento de enfrentar, sea llevando los salarios de nuestros oficiales a niveles dignos para evitar que se la busquen por la izquierda, o transparentando –para usar la expresión de moda– los beneficios marginales que reciben como hace cualquier banco o empresa importante con sus ejecutivos.
Ningún miembro de nuestras Fuerzas Armadas, oficial superior o simple raso, tiene derecho a exhibir una fortuna que no puede justificar. El problema es que cuando eso ocurre nadie le pide cuentas, como tampoco se le piden cuentas al político que, sin haber dado un golpe en su vida, vive a cuerpo de rey, ni al pelafustán que sin mediar una herencia o el premio de la Loto de un día para otro exhibe una riqueza inexplicable.
Por eso hay tanta gente que piensa que no solo las Fuerzas Armadas deben ser sometidas a una profunda profilaxis sino la sociedad dominicana en su conjunto, y hay que admitir que quienes así piensan tienen razón; pero por alguna parte hay que empezar, y lo que indican todas las evidencias es que hay que hacerlo cuanto antes. ¡Manos a la obra, señor Presidente!