Qué se dice

Qué se dice

Claudio Acosta

¿Se ahorcó o lo ahorcaron?.- Los que conocen de la existencia de un código no escrito entre los presos que consiste en darle p’ bajo a los asesinos y violadores de niños se hicieron de inmediato la pregunta al conocerse la forma en que murió, en una celda de la cárcel del 15 de Azua, uno de los acusados de matar en Baní a un niño de 2 años para robarle una pasola a su madre. Tal vez por eso circulan ya rumores de que el recluso fue en realidad ahorcado por sus compañeros de celda, razón por la cual el jefe de la Policía, el mayor general Manuel Castro Castillo, dispuso una investigación que determine las circunstancias de su muerte. Pero usted y yo sabemos, querido lector, lo que pasará con una investigación cuyos resultados ya no le interesan a nadie.

Error pendejo.- El apresamiento de un comerciante al que la Policía y el Ministerio Público ocuparon en un allanamiento en Gazcue 46 armas de fuego, algunas de ellas visiblemente alteradas, fue anunciado con bombos y platillos en los medios de comunicación. Y con razón, pues el decomiso de tantas armas, entre las que había 29 pistolas, 10 revólveres y siete escopetas, además de 27 chalecos antibalas y 47 cajas de municiones, no se ve todos los días. Pero ocurre que todo ese aparataje resultó completamente inútil, pues el juez de Atención Permanente del Distrito Nacional dispuso la libertad pura y simple del apresado, luego de determinar que las autoridades allanaron una casa para la cual no tenían autorización. Es evidente que fue un error, particularmente costoso debido al gran despliegue mediático que le dieron las autoridades al caso, y para colmo nunca sabremos si se trató de un comerciante honrado y respetuoso de las leyes al que se le provocó un daño irreparable con toda esa publicidad negativa o de un traficante ilegal de armas que por un tecnicismo pendejo volverá a las calles y a las andadas.

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