Qué se dice

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Claudio Acosta.

En manos del enemigo.- Tres agentes de la Policía y un miembro del Ejército figuran entre los apresados por la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) durante una frustrada transacción de drogas el pasado martes en la noche en la avenida Francisco Alberto Caamaño, en el Distrito Nacional. La información, a pesar de su gravedad, no es motivo de sorpresa, pues ya son tantas las noticias, y tan frecuentes, sobre el involucramiento de autoridades militares y policiales, altos oficiales incluidos, en actividades del narcotráfico, que a los ciudadanos nos parecen tan “normales” como los desórdenes que recurrentemente protagonizan en nuestras calles las huestes del comandante Hubieres y Fenatrano. Esa “normalización” simplemente quiere decir que los niveles de tolerancia de la sociedad dominicana hacia el narcotráfico y sus terribles secuelas, empezando por la delincuencia y la inseguridad que siempre la acompaña, aumenta de manera alarmante. Tanto ha crecido esa tolerancia y aceptación que en muchos barrios, tanto del Gran Santo Domingo como del interior del país, los agentes de la DNCD son recibidos a pedradas por sus residentes, que protegen de esa manera una actividad ilegal de la que se benefician de manera indirecta. Pero igualmente puede afirmarse que, en esos mismos barrios, la venta de drogas al menudeo, el famoso microtráfico, no prospera si no se obtiene la autorización para operar, a través del pago de un peaje, de la Policía o la DNCD. Y como resulta obvio que los organismos militares y policiales han fracasado en sus esfuerzos (si es que alguna vez los hubo) por impedir la infiltración del narcotráfico en sus filas, tendremos que resignarnos a convivir con esa peligrosa mancuerna, en realidad un permanente recordatorio de que no será posible ganarle la guerra al narcotráfico mientras nuestra primera línea de defensa esté en manos del enemigo.

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