Qué se dice

Qué se dice

Claudio Acosta.

Desmentidos.- Se acepta y se entiende que el gobierno se niegue a reconocer que recibe presiones de Haití para que envíe al Congreso el Plan de Regularización, como se entiende también que el embajador haitiano en el país, Frizt Cineas, desmienta que el suyo, respetuoso de nuestra soberanía, ejerza esas presiones. Pero ni la habilidad del curtido embajador, y mucho menos las piruetas varbales del portavoz de la Presidencia, Roberto Rodríguez Marchena, pueden ocultar lo evidente, lo que está a la vista, lo que no necesita espejuelos. El diálogo binacional, en lo que se refiere al tema fundamental, es decir la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, se encuentra estancado, y la causa de ese estancamiento –aunque de aquel y de este lado de la frontera se desgañiten negándolo– no es otra que la tardanza del presidente Danilo Medina en remitir al Congreso el ya famoso Plan de Regularización. Decir que el gobierno dominicano es en gran parte responsable, por sus ambigüedades y vacilaciones, de ese estancamiento, puede lastimar algunas sensibilidades, sobre todo entre los nacionalistas de capa y espada, pero hay que decirlo. Como hay que decir también, aunque suene redundante, que del lado haitiano se sigue jugando al chantaje y la presión internacional, sus mejores armas, para obtener ganancia de causa. Aunque lo cierto es que hasta que no se conozca el contenido del Plan de Regularización, hasta que no se sepa cuál será el bajadero que permitirá al gobierno librarse de las presiones internacionales sin irritar demasiado a sus irritables aliados políticos, que no le permitirán alejarse demasiado del mandato expreso del Tribunal Constitucional, no se sabrá realmente quienes serán los ganadores y quienes los perdedores. ¿Y saben qué es lo más interesante del caso? Que gracias al hermetismo conque el presidente Medina ha manejado el tema, ni unos ni otros saben de qué lado estarán cuando caiga el telón y se enciendan las luces.

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