Lo que hemos aprendido hasta ahora de la “política informativa” del gobierno del presidente Danilo Medina es que solo informa de lo que conviene a sus intereses, lo que la convierte en unilateral y  por vía de consecuencia en algo muy parecido a la    propaganda, la misma propaganda en la que invierte miles  de millones  de pesos para cacarear  sus  realizaciones. También hemos aprendido que esa política informativa tiene su lógica, y que no es tan difícil de entender.  ¿Para qué permitir que los funcionarios se expongan a preguntas incómodas en las que pueden meter la pata y comprometer  a su gobierno? ¿Por qué exponerlos a tener que explicar por qué la corrupción no se detiene en ningún despacho? ¿O por qué se ha vuelto invisible, que no se ve ni se siente hasta que la sangre  ha llegado al río, y ya es demasiado tarde hasta para el espanto? Por eso no debe extrañarnos que  tenga sus defensores rabiosos, sobre todo entre el bocinerío al que le pagan tan bien; o que otros, simplemente, no le vean nada malo ni  criticable como el Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, el doctor Flavio Darío Espinal, quien eludió responder las críticas de la Sociedad  Dominicana de Diarios con una hábil maroma retórica con la que no respondió nada. En el caso del presidente Danilo Medina, sin embargo,  fue claro y preciso,  sin maromas ni evasivas, como para que nadie se equivoque: “el Presidente tiene su agenda, y define el espacio en el que da sus declaraciones  con relación  a los temas que le conciernen”. Si alguien no captó el mensaje a pesar de haber sido  tan claro y directo el Consultor Jurídico se lo traduciré, no solo para que todo el mundo lo entienda sino porque con esa explicación el funcionario definió, sin querer queriendo,  la “filosofía” detrás de  la  política informativa del mandatario, la que guía sus acciones (y sus omisiones, por supuesto)  ante los medios: el Presidente habla donde le de la gana, cuando le de la gana, y sobre lo que le de la gana.