No hace falta tener mucha imaginación, ni pertenecer a la Finjus, para atreverse a especular con la posibilidad de que situaciones como las que se han denunciado en la OMSA se estén replicando en otras instituciones del Estado que también andan manga por hombro, bien sea porque fueron entregadas en dación de pago a algún aliado electoral del peledeísmo o porque, sencillamente, ni los controles ni los sistemas de fiscalización funcionan, como tampoco las leyes diseñadas para garantizar la transparencia en el manejo del dinero público. El doctor Servio Tulio Castaños Guzmán está convencido de que una de esas leyes, la que regula las compras y las contrataciones públicas, se ha convertido, paradójicamente, en fuente de corrupción, a tal punto de que es una de las principales vías de financiamiento de un sistema político envilecido por el clientelismo y el rentismo. Es por esa razón que el Vicepresidente Ejecutivo de Finjus sugiere que desde el Estado se constituya, con carácter de urgencia, una mesa para trabajar en la modificación de esa legislación, y si el Poder Ejecutivo no se muestra suficientemente interesado que lo haga entonces el Congreso Nacional. Y señala que no es posible que los Comités de Licitaciones de las instituciones públicas los sigan conformando quienes las dirigen y sus subalternos, ni que el sistema de consecuencias sea tan débil. Lamentablemente, de lo que se queja Castaños Guzmán no solo es posible sino que, muy probablemente, se mantenga tal y como está, pues parece la situación ideal para una clase política corrompida que aprendió que para curarse en salud lo conveniente es hacer la ley al mismo tiempo que la trampa.