Al director de la Policía Nacional, el mayor general Ney Aldrin Bautista, le están contando los muertos en intercambios de disparos, como se los han contado a tantos jefes de la institución que ya se perdió la cuenta. Según cálculos de un periódico, en los últimos dos meses del 2017 y lo que va del 2018 al menos 13 personas han caído víctimas de enfrentamientos con la Policía, pero son tan rutinarios que ya casi nadie se ocupa de verificar si realmente se trató de enfrentamientos o de ejecuciones extrajudiciales, tal vez porque los delincuentes se han convertido en un dolor de cabeza tan grande que no es fácil para nadie salir a defenderlos o a justificarlos. Porque, a decir verdad, ¿quién se opondría a que el hombre que vimos en un video asesinar a un exoficial de la Policía para arrebatarle su arma de reglamento caiga abatido en uno de esos mortíferos intercambios? Por eso es tan frecuente ver a la gente tomar la justicia por su propia mano cuando atrapa a un delincuente, pero esos excesos no pueden aplaudirse, pues solo expresan el fracaso de las políticas públicas que deben garantizar la seguridad de los ciudadanos. Y lo mismo ocurre con los desacreditados intercambios de disparos, que no solo han demostrado, hasta la saciedad, que no resuelven el problema de la delincuencia sino que se han convertido, también, en una especie de licencia para ejecutar ciudadanos que no siempre, como evidencian los centenares de denuncias que reposan en los archivos de los periódicos, son delincuentes o perseguidos de la justicia. Lamentablemente eso no impedirá que de cuando en cuando nos tropecemos con algún periódico que para compensar la escasez de noticias se ponga a contar los muertos en enfrentamientos con la policía, mientras los delincuentes, cada vez mas audaces y desafiantes, siguen tan campantes haciendo de las suyas.