Cabe suponer que por lo menos un boche se llevó quien recomendó el nombramiento de dos funcionarios con asuntos pendientes con la justicia, pero de ahí no pasará la cosa, pues en los tiempos que corren, donde to´ e´ to´ y ná é ná, esas son pecatas minutas que no van a parar una fiesta que corre por cuenta del Presupuesto Nacional. Ahora podrá decir el Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo que se trató de un “error involuntario”, como si no fuera evidente la expresa voluntad de meter por debajo de la mesa las designaciones de dos dirigentes peledeístas cuyos problemas con la justicia fueron ampliamente divulgados por la prensa y las redes sociales. Con tanta ligereza o mala fe se actuó que el viceministro de la Juventud nombrado guarda prisión cumpliendo la medida de coerción que le impuso un juez por golpear a su esposa, en tanto el flamante Ministro Consejero en Haití fue destituido por el propio Poder Ejecutivo en el 2014, luego de ser apresado por miembros del G2 del Ejército cuando transportaba en su yipeta a quince indocumentados haitianos a Santo Domingo. ¿A nadie se le ocurrió pensar que un funcionario que fue atrapado en flagrante delito traficando ilegales haitianos no es el mejor candidato para ser Ministro Consejero en ese país? ¿Nadie pensó que es un mal mensaje, justo cuando la sociedad se siente impotente ante la desgarradora realidad de los feminicidios, designar en cualquier cargo público a un hombre preso por maltratar a su esposa? El inmediato y creciente rechazo que provocaron esos nombramientos, desde que se hicieron públicos, es la mejor prueba de que los únicos que ignoraban el pedigrí de los agraciados son los únicos que estaban en la obligación de no ignorarlos. Tampoco es suficiente que se quiera sacar la pata a tiempo con la cancelación de unas designaciones que nunca debieron producirse, pues al fin y al cabo, como dicen por ahí, lo que verdaderamente cuenta es la intención.