No podía ser mas desafortunada la justificación de José Ramón Peralta, Ministro Administrativo de la Presidencia y “vocero designado” del gobierno, al nombramiento como cónsul en Anse -A- Pitre de Andrés Boció Fortuna, dos veces vinculado (2007 y 2014) a la emisión de visas falsas y el tráfico de ilegales haitianos, acusaciones de las que hasta ahora se ha librado gracias a su condición de dirigente del PLD. Porque argumentar que se trata de una “persona que conoce bien el tema haitiano”, como si en este país o en el partido de gobierno no hubiera nadie con esa clase de conocimiento, no puede ser calificado de otra manera, a menos que, como sospechamos algunos, el cinismo se haya convertido en política de Estado. Aunque vale decir que a medida que se despeja la polvareda que levantaron los nombramientos del pasado lunes se empieza a vislumbrar cuál fue su verdadero propósito: fortalecer la bases de sustentación política del presidente Danilo Medina dentro de su propio partido designando a sus seguidores en cargos públicos tanto en el país como en el servicio exterior, lo que se hizo extensivo a su principal aliado electoral: el PRD chiquito de Miguel Vargas. Y como una cosa conduce, necesariamente, a la otra, ya hay gente interpretando ese reposicionamiento de sus tropas como una respuesta del danilismo al intenso activismo que despliegan los seguidores del expresidente Leonel Fernández en procura de que sea el candidato presidencial en el 2020, del que ya se quejó públicamente, por extemporáneo, Carlos Amarante Baret. Desde luego, esa guerra de facciones que consume las energías internas del PLD tampoco es una justificación para enviar como cónsul en Haití a un traficante de haitianos reincidente, pero lo que estamos viendo indica claramente que el enconado pleito entre danilistas y leonelistas puede llevarse de encuentro nuestra endeble institucionalidad.