Qué se dice: Traidores a la Patria

Qué se dice: Traidores a la Patria

Claudio Acosta

Demasiado se habla del pecado y   muy poco, o casi  nada, del pecador, pero todos esos haitianos que nos “invaden” de manera pacífica no cayeron del cielo, ni son los guardias los únicos  responsables de que la frontera sea tan solo una línea imaginaria   que únicamente  tiene sentido y utilidad  en los mapas. Por suerte el padre César Hilario, director del Orfeón de Santiago, no tiene problemas  en llamar al pan pan y al vino vino, ni en decir que el contubernio entre  empresarios  dominicanos y haitianos  es el  que sostiene ese intenso trasiego humano del que se beneficia tanta gente de este y aquel lado de la frontera. Se trata de una “mafia” que, según el sacerdote, rinde tributo  a mucha gente y a la que las autoridades le ponen muy poca atención, y no hay que ser muy mal pensado para imaginarse porqué. Pero el padre Hilario solo está diciendo en voz alta lo que otros prefieren callar, por lo que  no está descubriendo nada sino mas bien recordándonos que  ese contubernio es asunto viejo,  que no para de crecer porque  tampoco lo hace la codicia  de los que se benefician  de la explotación  de esa mano de obra barata y prácticamente sin derechos. Curiosamente, los nacionalistas  que critican  la blandenguería del gobierno se refieren muy poco a esa parte del “problema haitiano”, cuando resulta evidente que esos empresarios son en gran parte  responsables de un flujo migratorio  que nunca les ha interesado regular ni transparentar, pero tampoco ha habido voluntad, de parte de las autoridades, de obligarlos  a que lo hagan, pues con demasiada frecuencia suelen ser sus cómplices. Y si es  verdad, como afirman los nacionalistas  y otros sectores preocupados por la incontrolada inmigración haitiana, que estamos ante  una invasión pacífica y silenciosa  que amenaza la integridad de lo que conocemos como nación dominicana, esos empresarios, sus socios y facilitadores  merecen el calificativo  de traidores a la Patria. ¿O no es así, mi querido Pelegrín?

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