Qué se dice

Qué se dice

Se podría suponer que República Dominicana está disfrutando de un respiro después de la tormenta “Chávez” a la que hubo que acostumbrarse por un tiempo con la andanada de acusaciones que Venezuela mantuvo para tratar de demostrar que este país era, supuestamente, un nido de conspiradores contra el inefable inquilino del palacio de Miraflores en Caracas. La administración del ingeniero Hipólito Mejía pudo, a la larga, llevar las relaciones diplomáticas a un nivel de bastante normalidad, y Chávez ha pasado a concentrarse, con mejores elementos de juicio, en un fuerte discurso que señala a Washington como la fuerza mayor que en verdad pretende sacarlo del poder. En lo que el mandatario venezolano cambia el chucho de nuevo hacia Santo Domingo, las suspicacias internacionales que habrá que seguir tratando de disipar son las que flotan insistementemente sobre las actividades de grupos paramilitares haitianos que se han movido sin problemas de aquí para allá, sedición que, como todos sabemos, dio al traste con el gobierno de Jean Bertrand Aristide.

[b]Enemistad con las plantas[/b]

Por lo visto la ciudad de Santo Domingo, una de las urbes más notablemente arborizadas de este continente, está siendo conducida a un cambio radical de su verde perfil. Antier, en un encuentro de las autoridades municipales con representaciones de diversas comunidades capitalinas, se produjo una verdadera lluvia de denuncias sobre invasiones de espacios comunes. Por doquier se expiden licencias, o se toleran acciones, que derivan en el uso ilegal de zonas verdes. El Estado comenzó hace un par de años, a sentar el peor de los ejemplos al cercenar el parque Mirador del Este para levantar obras deportivas y luego cedió alegremente una extensión del parque Nacional Mirador del Norte para un cementerio privado. Y como para poner la tapa al pomo, miles y miles de árboles que a la ciudad le costaron muchos años levantar, serían cortados por todas partes con el argumento de que es necesario sembrar en su lugar “mejores especies”. Se busca, por lo visto, un cambio radical de la presencia de la naturaleza a nivel urbano, como si el paisaje pudiera tener amos y depender exclusivamente de lo que prefieren algunas autoridades. Se proponen despoblar, primero, para luego repoblar de vegetación una ciudad llena de graves problemas más dignos de los recursos en “exceso” que se destinarán a viveros (sobre todo a sus dueños) y a plantas nuevas.

[b]Debate[/b]

El Presidente Hipólito Mejía ha puesto en debate el tema de la gobernabilidad, la que, según dijo, se garantiza cuando los poderes legislativo y ejecutivo corresponden a un solo partido. Ni cortos ni perezosos, analistas y rivales responden que la gobernabilidad al estilo PRD, con un congreso en armonía con el Palacio, fue la que propició un endeudamiento externo que hipoteca, virtualmente, al país. Además refutan a Mejía afirmando que los dominicanos tienen poderosas razones para considerar muy negativo para la nación el hecho de que predomine una mayoría mecánica en la conducción de los destinos nacionales. Se entiende que lo que más conviene a la República es que la separación de los poderes y la participación múltiple de los partidos en las funciones públicas sean un valladar a posibles excesos.

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