Nos ha parecido tan natural, durante su largo tránsito por el poder, la descomposición moral y política del PLD, agravada por las turbulencias internas que provoca la confrontación entre sus dos principales líderes, que apenas somos conscientes de hasta dónde ha llegado, que como ya ocurrió con el PRD y las enconadas garatas de sus dirigentes ha desbordado el ámbito partidario trastornando la vida institucional del país, de lo que es un buen ejemplo el tirijala entre danilistas y leonelistas por las primarias que ha trabado la aprobación de la Ley de Partidos. Precisamente lo que acaba de recordarnos Francisco Domínguez Brito con su petición al Comité Político de que destituya al senador Félix Bautista, Secretario de Organización del PLD, y a Víctor Díaz Rúa, su Secretario de Finanzas, debido a las acusaciones de corrupción en su contra. ”Ya es suficiente. Tiene que haber consecuencias. El cambio comienza con nosotros, y en el valor de tomar las decisiones que a todas luces son impostergables”. ¿Pero cómo va a tomar decisiones impostergables un partido cuyos organismos de dirección no se reúnen? Un partido que también se encuentra acéfalo, como lo describió ayer el diputado peledeísta José Laluz, ya que su presidente, Leonel Fernández, está en campaña política, al igual que su Secretario General, Reinaldo Pared Pérez. Una dirigencia inoperante, dividida por los intereses contrapuestos de Danilo Medina y Leonel Fernández, no puede propiciar el “cambio de rumbo” que saque al PLD del laberinto en el que lo ha metido su deserción de los principios éticos y políticos de su fundador, pero sobre todo la corrupción que acompañará para siempre, como si se tratara de un estigma o una maldición, a los discípulos del profesor Juan Bosch.