Monseñor Francisco Ozoria, obispo metropolitano de Santo Domingo, aprovechó la ocasión para pedir a los funcionarios que integran el Poder Judicial “hacer creíble la Justicia del país”, el presidente del Colegio de Abogados de la República Dominicana, Miguel Surum, consideró que la celebración era propicia para sugerirle al Consejo Nacional de la Magistratura que aproveche la evaluación y selección de los jueces de la Suprema Corte de Justicia para relanzar la imagen del Poder Judicial, pero el Falpo, especialista en protestas callejeras y desórdenes varios, no se anduvo con tantas sutilezas y decidió embadurnar de mierda la fachada del edificio que aloja a esa alta corte, como una forma de protestar contra una justicia “que no actúa contra los funcionarios involucrados en actos de corrupción”. Esa inédita forma de protesta no fue lo más importante ni lo más trascendente de todo lo ocurrido en los actos de celebración, ayer, del Día del Poder judicial, pero a pesar de que fue repudiada por los medios y otros sectores “sensatos” logró restarle resonancia al discurso del doctor Mariano Germán Mejía, que si bien acusó un claro tono de despedida se ocupó de dejar bien claro a su auditorio, que encabezó el presidente Danilo Medina, que se va por la puerta ancha y con la satisfacción del deber cumplido. Pero cuando pensamos un poco en lo que ocurrió el pasado lunes caemos en la cuenta de que en las redes sociales y medios de comunicación se habló y se escribió más de la bellaquería con olor a mierda del Falpo, aunque solo fuera para criticarla y repudiarla, que del discurso de despedida del doctor Germán Mejía y su afirmación de que cada una de sus decisiones al frente de la Suprema Corte fueron tomadas “con la idea de justicia y servicio ciudadano”. ¡Qué mala suerte!