De la denuncia sobre una supuesta campaña sucia, patrocinada por funcionarios del gobierno, contra el expresidente Leonel Fernández se seguirá hablando durante unos cuantos días, pero solo para poner en evidencia las crispadas relaciones entre los peledeístas que siguen al presidente Danilo Medina, el poderoso danilismo del que se ufanaba el otro día el ministro Administrativo de la Presidencia José Ramón Peralta, y los seguidores del presidente del PLD, que acaban de armar tremendo alboroto a pesar de que han sacado sus cañones para disparar con balas de salva, muy ruidosas pero completamente inofensivas. Porque, hasta que presenten las pruebas, su denuncia parece una fábula destinada a curarse en salud ante la eventualidad de otro “Quirinazo”, que quizá tiene sentido desde la perspectiva de una minoría partidaria que se siente y se comporta a la defensiva, pero en la vida real ha resultado ser un paso en falso precipitado y políticamente peligroso, pues somete a las fuerzas internas del PLD a tensiones innecesarias en el peor momento. Además de que olvidan los denunciantes, que hasta el sol de hoy no han revelado los nombres de los funcionarios responsables del “plan siniestro” contra el exmandatario, que cuando baje la marea y esté definido ya el candidato presidencial del 2020 volverán a ser todos peledeístas que luchan por un mismo objetivo: retener el poder que los ha hecho ricos a unos y otros pero que también los puede mandar a la cárcel. Porque si hay alguien al que en estos momentos no le luce ni le conviene jugar a la división del PLD es a su presidente, como le recordó Temístocles Montás, y mucho menos convertirse en el líder de la oposición a su propio gobierno.