Es una lástima, porque saca los hechos de su verdadero contexto, que desde el principio se le diera el tratamiento de “chisme”, tal vez porque lo primero que conoció la opinión pública fue la decisión del Ministro de Cultura de prohibir a intelectuales, escritores y poetas que laboran en ese ministerio asistir a la 78 Feria del Libro de Madrid, que este año se dedica a la República Dominicana. Fueron las críticas que provocó esa draconiana prohibición lo que forzó al arquitecto Eduardo Selman a explicar las razones de su decisión, que puede resumirse en el hecho de que fue olímpicamente ignorado por el embajador dominicano en España Olivo Rodríguez Huertas, quien encomendó a un exministro de Cultura la elaboración de un programa “a la altura del reconocimiento”, y a otro exministro la parte artística; todo esto, con la bendición del influyente Ministro de la Presidencia Gustavo Montalvo. Luego de esa explicación se entendió mejor al exabrupto del funcionario, quien tiene razones de sobra para sentirse desconsiderado, pues cuando pidió información sobre la Feria del Libro de Madrid lo hizo cumpliendo una responsabilidad que le asigna la ley 41-00 que creó el ministerio de Cultura. El pasado lunes se celebró por todo lo alto, con la presencia de “distinguidas personalidades” y un montón de funcionarios de primera línea, el acto en el que se anunció la participación del país en ese evento, que el canciller Miguel Vargas aprovechó para darle un espaldarazo al embajador Rodríguez Huertas, quien a su entender no violó ninguna ley con sus acciones. Es probable que con ese anuncio se ponga punto final al “chisme” de Cultura, pero no así al malestar que provocó en ese ministerio que se atropellara su institucionalidad y a su incumbente, quien a esta hora debe estar arrepentido de aceptar un cargo para el cual no parece reunir el perfil ni las capacidades necesarias a juzgar por la forma en que lo ha tratado su propio gobierno.