Imagino que lo primero que hizo el equipo de colaboradores del expresidente Leonel Fernández, si realmente quiere borrar la percepción de que el aspirante presidencial del PRM, Luis Abinader, le mató el gallo en la funda con su protesta contra una eventual reforma de la Constitución frente al Congreso Nacional, fue asegurarse de superar la demostración de fuerza del dirigente de oposición. Eso, por supuesto, no debería ser problema para quienes llenaron el Estadio Olímpico acarreando gente desde los más apartados rincones de la República, para lo cual lo único que se necesita es dinero contante y sonante para motivar a los “compañeros”, y guaguas para transportarlos al lugar de los hechos con un pica-pollo bajo el brazo. Era hora ya de que el expresidente Fernández bajara del Olimpo que se ha construido en Funglode para mantenerse alejado del mundanal ruido, de que acompañara a sus tropas en el campo de batalla donde se decide su futuro, aunque el calor apriete y tenga que despojarse del saco y la corbata que parece no quitarse ni para dormir. Pero el calor no será el único peligro que enfrentará en ese campo de batalla para nada imaginario, pues en una protesta de esa naturaleza siempre puede aparecer un desaprensivo que quiera armar un lío para pescar en río revuelto. Por lo pronto desde que se anunció que el presidente del PLD estaría hoy acompañado de una multitud frente al Congreso Nacional la seguridad de la zona fue reforzada, y nuevamente fueron colocadas vallas metálicas para impedir la entrada de “intrusos”. Pero lo que haga o diga esta tarde no influirá en el proyecto reeleccionista, que se muestra dispuesto a seguir adelante contra viento y marea, ni evitará que se compare con la protesta de Abinader y su advertencia de que iría a las calles si someten la reforma a la Constitución, que evidentemente no necesita, como quiere hacernos el leonelismo, un Guardián Supremo que la defienda y proteja.