Resulta evidente que la estrategia de PLD, después del palo dao del pasado domingo,  es tratar de convencer al resto del país político, pero sobre todo al peledeísmo cabizbajo y pesaroso, de que en realidad no le fue tan mal como indica el hecho de que la oposición  ganó en 12 de los 17 municipios que concentran el 61.20% del padrón, algunos tan emblemáticos como el Distrito Nacional  y tradicionales bastiones del peledeísmo como Santo Domingo Este y Puerto Plata. Desde luego, su Comité Político  tuvo que reconocer su derrota felicitando a los candidatos ganadores, pero  alega, a modo de consuelo, que existe prácticamente un empate en cuanto al voto nacional, que es el que cuenta para las elecciones presidenciales.  Y es por eso que el PLD dice estar  preparado, como declaró un optimista Gonzalo Castillo, “para echar la batalla en las elecciones presidenciales y congresuales con nuevas ideas para seguir avanzando por el camino de la estabilidad, el crecimiento y el desarrollo”. Legisladores de oposición han criticado que el partido oficial minimice la derrota sufrida, pero si lo piensan bien se darían cuenta de que esa es la reacción más lógica; la dirección del PLD no puede mostrar un ánimo derrotista cuando todavía está por librarse la gran batalla de mayo, para lo cual necesitan levantarle el ánimo y la confianza a su militancia, recordarle  que todavía son un partido  fuerte. Y es verdad, el PLD no está todavía derrotado ni vencido, de lo que también debe estar consciente la oposición, que no puede permitirse el lujo de subestimar ni por un segundo la capacidad de reacción de un partido   dispuesto a hacer  cualquier  cosa para no salir del poder, la peor pesadilla de muchos peledeístas con cuentas pendientes con la corrupción. No sería  fácil con un panorama electoral adverso y todos esos ojos observando de cerca el proceso, pero habiendo tantas cosas en juego,  y  tanto lo que se puede perder, es un error pensar que no lo intentarán de todas maneras.