Qué se dice

Qué se dice

A pesar de que se trata, como ha tenido la amabilidad de recordarnos el doctor Rafael Suberví Bonilla, de ocurrencias típicas de la zafra política que en este maravilloso país se insiste en llamar, eufemísticamente, período de transición, no hay porqué renunciar a la aspiración legítima de erradicar una práctica tan viciosa y dañina para nuestra endeble institucionalidad, que debe empezar por la denuncia responsable y oportuna. Es lo que ha hecho, precisamente, el doctor Elvis Muñoz, ex fiscal de Monte Cristi, al llamarnos la atención sobre el «pillaje» que se estaría cometiendo en el proyecto guineero La Cruz de Manzanillo, que incluye saqueo de ganado, desmantelamiento de la red ferroviaria y el reparto de predios agrícolas entre militantes -(oh sorpresa!- del Partido Revolucionario Dominicano. (Que siga la fiesta!

[b]Representatividad[/b]

Si el senador Marcial Valera, quien renunció a su curul para darle paso al ingeniero Roberto Rodríguez, dice que tomó su decisión pensando en su salud y la unidad del PRD habrá que creérselo, mas que nada porque ese es un asunto que, en principio, solo atañe a los perredeístas. Esa sustitución, sin embargo, no es tan inocua como a simple vista parece, pues se trata de un jueguito al que nuestros políticos, que nunca inventan nada bueno, le están cogiendo el gusto, y que en los hechos supone una verdadera estafa a los electores, a quienes se pone de mojiganga a votar por un candidato para que luego resulte que quien asume el cargo, por obra y gracia de «un acuerdo de caballeros», es alguien por quien nadie ha depositado un solo voto. Y después tienen el tupé de hablar de representatividad…

[b]Desamparo en el IDSS[/b]

Se llamaba Persio Antonio Lora, un obrero santiaguero de 48 años que se irá a la tumba con el triste mérito de ser la primera víctima conocida, con nombres y apellidos, de la vergonzosa indigencia en la que ha caído el Instituto Dominicano de Seguros Sociales. Lora, quien llevaba varios años inhabilitado para trabajar debido a sus problemas renales, perdió finalmente su batalla con la enfermedad, imposibilitado de asumir los altísimos costos del tratamiento, al que tampoco tuvo acceso a través del hospital para asegurados Rafael Estrella Ureña de Santiago. El terrible drama vivido por Lora y su familia también ha tocado, según cuentan, a muchos otros pacientes que acuden a los policlínicos y hospitales del IDSS para salir tan solo con las manos vacías, aunque ese generalizado desamparo -justo es decirlo- constituye un consuelo demasiado pobre para sus inconsolables deudos.

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