Qué se dice

Qué se dice

Si uno creyera en maldiciones y cosas de esas tendría que concluir, necesariamente, en que algo muy grande debe estar pagando este país con la bahía de Samaná, cuando la verdad ha sido que las flaquezas de quienes han tenido en sus manos los destinos de esta doliente media isla, para decirlo de alguna piadosa manera, unida a la codicia de las grandes potencias han sido las responsables de que haya estado tantas veces a punto de ser enajenada, sea por venta o arrendamiento, de nuestro territorio. Por eso todavía es posible ser testigos, en pleno siglo XXI, de las intenciones del Poder Ejecutivo de arrendar, por un período de cincuenta años, toda la infraestructura turística de nuestra bahía más hermosa, como si el mundo no hubiese cambiado tanto como habíamos llegado a creer, como tampoco lo han hecho quienes nos han gobernado desde aquel otro febrero, hace exactamente 160 largos años. ¡Cómo pasa el tiempo!

[b]Promesas electorales[/b]

En eso, hay que admitirlo, talvez tenga razón el ingeniero Eduardo Estrella, candidato presidencial del Partido Reformista Social Cristiano: nuestros políticos están perdiendo demasiado tiempo jalándose las greñas o culpándose mutuamente de las desgracias que nos han sobrevenido en los últimos años, olvidándose de formular propuestas de solución concretas -puntuales, como se dice ahora- a los problemas que agobian a la nación, para que el electorado tenga la oportunidad de valorar las que más confianza o credibilidad les inspire. Esa ausencia de ofertas programáticas no es, sin embargo, un descubrimiento del que pueda ufanarse el ingeniero Estrella, aunque sí sea el único que se esté tomando la molestia, allí donde va, de convencer a las comunidades de que está al tanto de sus necesidades, y de que tiene respuestas para satisfacerlas. Son simples promesas de campaña, es cierto, pero tal vez sea más importante para la gente saber qué propone un candidato para rescatar de la quiebra a los avicultores del Cibao, que determinar a quién le corresponde -finalmente- cargar el pesado muerto de una crisis eléctrica que nos tiene a todos al coger el monte.

[b]Tragedia anunciada[/b]

Pesimismos aparte, siempre y cuando eso sea posible en las presentes circunstancias, hay que volver a llamar la atención sobre la terrible desgracia que se cierne sobre nuestros vecinos si, como se teme, el Ejército Caníbal (hay que agradecerle el pudor de haberse cambiado el nombre) logra finalmente desalojar del poder a Jean Bertrand Aristide, arrinconado por sus enemigos en Puerto Príncipe. El pasado fin de semana una delegación de Estados Unidos, Francia y el CARICOM, entre otros organismos internacionales, logró arrancar algunas concesiones al presidente haitiano, pero ese esfuerzo de mediación no ha frenado un solo centímetro el empuje arrollador de los rebeldes. La tragedia, como lo proclaman, de manera elocuente, las imágenes que nos llegan a través de las agencias internacionales, está suficientemente anunciada. Falta saber si la comunidad internacional seguirá cruzada de brazos, como lo ha hecho hasta ahora, a la espera del fatal desenlace.

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