El palo dao…- No conformes con la pírrica victoria que ha supuesto la aprobación del tristemente célebre artículo 30, que instaló en la Constitución que se cocina a fuego lento en el Congreso Nacional el principio de la inviolabilidad de la vida desde el nacimiento hasta la muerte, algunos representantes de la Iglesia Católica se dieron el lujo de proclamar, en medio de la euforia, que la sociedad dominicana se mantendrá vigilante ante cualquier intento por variar la decisión de los asambleístas de honrar con su voto el sagrado principio de la vida.
Pero esa felicidad, como suele ocurrir en casa de pobre, duró poco, pues la decisión de esos mismos asambleístas de otorgar el mismo efecto jurídico que tienen los matrimonios celebrados por los oficiales civiles y la Iglesia Católica a los oficiados por los protestantes echó a perder la fiesta, pero también soliviantó el ánimo de algunos curas, que desde ya están hablando de los negocios que se harán con esos matrimonios y de los mil y un problemas legales y de otra índole que traerán consigo.
Cierto es, como reclama el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, que deben existir controles estrictos sobre esos matrimonios, que debe quedar bien claro quién puede casar y quién no, que por tratarse de un asunto tan serio como lo es el estado civil de las personas debe andarse como mucho tiento para no crear más problemas que las injusticias o inequidades que se pretenden remediar, pero también es verdad que sectores de la Iglesia que simplemente están respirando por la herida apuntan ahora sus cañones hacia el reglamento que deberá normar esos matrimonios y sin el cual no podrán, en la práctica, efectuarse. ¿Habrá escuchado alguna vez, esa gente, un viejo y conocido refrán que dice que el palo dao ni Dios lo quita?