Como si se tratara de otra de las tantas crisis que se repiten, de manera cíclica, en un país donde nos hemos acostumbrado a posponer los problemas en lugar de resolverlos, vuelve a ser noticia el triste y deprimente espectáculo de los viejitos que reciben una «ayuda» de la Secretaría de Salud Pública, que en este año no han cobrado todavía el primer chequecito de 300 pesos mensuales que el Estado asignó a los cerca de 10,000 envejecientes que reciben ese magro subsidio del gobierno. El doctor Angel Adames, director de Protección a la Vejez de la cartera de salud, explicó que el atraso se debe a problemas burocráticos, pero que se trabaja para hacer posible, en el más breve plazo, su entrega. Y a lo mejor es verdad, pero mientras todos esos viejitos tienen que acudir día tras día a mendigar sus chelitos, nuestros políticos -los del Gobierno y también los de la oposición- se gastan millones de pesos en caravaneos y demás actividades proselitistas, para finalmente alzarse con el santo y la limosna de los incautos electores. (Que viva la democracia!
No es para tanto
De entrada, para ahorrarnos complicaciones o malentendidos, hay que entender como legítima la preocupación de los directivos de la Cámara Puertorriqueña de Comercio del Cibao, los empresarios Nicolás Guillén y Juan Núñez, por el impacto que puedan tener en Puerto Rico los constantes viajes en yola de dominicanos que buscan en la vecina isla las oportunidades que no encuentran en su propio país. Pero tal vez exageren un poco al considerar que esa migración, que se ha intensificado notablemente con la crisis económica, ahuyenta a potenciales inversionistas en República Dominicana, que podrían llegar a creer que este país es una especie de basurero, un pueblo muerto de hambre y de miseria, donde no vale la pena vivir y mucho menos invertir. En este país, ciertamente, estamos muy mal, y no hace falta proclamarlo a los cuatro vientos para que el mundo se entere. Pero, en honor a la verdad, tampoco es para tanto.
La palabra empeñada
En el discurso que pronunció ante la reunión conjunta de las cámaras legislativas el pasado 27 de febrero, el presidente del Senado calificó de «altamente preocupante» la presencia de haitianos y otros ciudadanos extranjeros en suelo dominicano sin que el Estado posea mecanismos legales que le permitan regular, a su mejor conveniencia, esa presencia, por lo que prometió reintroducir al Congreso Nacional el proyecto de ley de Migración. Ese proyecto, que lleva años dando tumbos de legislatura en legislatura, es el mejor ejemplo de la desidia selectiva de nuestros diputados y senadores, hasta ahora incapaces de entender la necesidad que tiene el país de dotarse de una legislación migratoria moderna, a tono con los globalizados tiempos que vivimos, y que sea capaz de otorgar un status jurídico a la enorme población flotante de haitianos que vive y trabaja entre nosotros. Ojalá que el senador Jesús Vásquez Martínez pueda cumplir un compromiso asumido en un escenario tan solemne, delante de tantos testigos, en tiempos en que la palabra de nuestros políticos, por razones que no hace falta explicar, ha sufrido una devaluación tan severa.