Qué se dice

Qué se dice

La perseverancia del oficialismo en reducir destructivamente las áreas protegidas manifestada en las rápidas y continuas  maniobras para adaptar un proyecto sobre la materia, en un desvelo  por hacerlo potable a la opinión pública, rendiría mejores frutos si se manifestara en otros aspectos de la vida nacional. Se necesita que el gobierno  sea cabal y persistente para que esta nación se libre de los desastres implícitos en las crisis de la energía eléctrica y el desplome de lo servicios hospitalarios.La crudeza de estos problemas está dando la vuelta al mundo en estos momentos con las fotografías que transmiten las agencias de prensa sobre la situación de la Maternidad la Altagracia. Muestra de ello está en la imagen de primera plana de este periódico en su edición de ayer. La escena de un parto que se desarrolló a la luz  única de un foco sostenido por una enfermera ha sido dfundida, para vergüenza del país, en todas partes. Muchos extranjeros se han formulado, seguramente, la pregunta de qué diablos está pasando en una Republica Dominicana en la que sus autoridades deberían estar demostrando que todavía les queda sentido del deber. Cuando se trata de querer explotar comercialmente reservas ecológicas en grave peligro, entonces sí  que brilla la voluntad de ir adelante. Entonces sí hay oficialismo diligente.

Muchas estrellas; pocas macanas

Algunas estadisticas demostrarían, probablemente, que en República Dominiucana hay más generales militares y policiales que en la OTAN, y separadamente más que en España, Taiwan, Panamá, México, etcétera, etcétera. En este país, recoger vasos plásticos  y otros desperdicios del río Ozama es una tarea que fácilmente es puesta bajo la supervisión exclusiva de un vicealmirante; y si una plaza está sucia y necesita unas cuantas reparaciones, de una vez se convierte en tarea para alguien de quepi rameado. En ocasiones, el carrito de supermercado de alguna dama encumbrada de la familia de algún  presidente ha sido visto cuando es  empujado por un general. Mientras  se produce el uso descomedido de los rangos que expresan los mayores niveles de las carreras militar y policial, otra cosa pasa en las calles, donde se palpa a diario una activa y desenfrenada delincuencia urbana que sega vidas de ciudadanos pacíficos. Para preservar la paz y resguardar el orden debería disponerse de suficientes cabos y rasos, los cuales brillan por su ausencia y obligan a preguntarse ¿Cómo es posible que en un país en el que hay tantos jerarcas que mandan,  existe al mismo tiempo tan poco personal para obedecerles?

Algo huele…

Bajo un Estado manejado con raros criterios que  dan señales  de que en este país se tiende al retroceso en los usos del poder, se está haciendo habitual el ocultamiento  de decretos y otras disposiciones oficiales. Ya no se trata solo de la falta de transparencia que algunos atribuyen a acuerdos de préstamos  suscritos con compañías españolas, sino de la inexplicable omisión de informaciones  palaciegas que la sociedad debe recibir oportunamente (no con retrasos calculados), pues ninguna autoridad tiene patente de corso para aplicar políticas y órdenes a espaldas de los gobernados. Hay trasfondos de cosas que en su momento tendrán que salir a la luz pública. A propósito, es de público conocimiento que un activo bufete de abogados  está desde hace algún tiempo empeñado en una minuciosa búsqueda de detalles   no divulgados sobre un lote  de financiamientos suscritos en los últimos años con una única y misteriosa agencia ubicada en Madrid.

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