El cuento de nunca acabar.- De las tantas explicaciones ofrecidas por las autoridades para justificar las recurrentes intoxicaciones de estudiantes con el desayuno escolar la de la trama criminal urdida por un competidor para desacreditar el programa y a sus suplidores ha sido, por mucho, la más ocurrente y original de todas, aunque todavía estamos a la espera de los resultados de las indagatorias policiales señalando a los culpables del supuesto sabotaje y sus autores intelectuales.
¿También fue un sabotaje la intoxicación de 28 estudiantes, la tercera del presente año escolar, en una escuela básica del paraje La Piedra, en la provincia Sánchez Ramírez? Parece poco probable que, en esta ocasión, se vuelva a echar mano al expediente de la conspiración para explicar este nuevo evento intestinal (los peledeístas han probado ser devotos militantes de los eufemismos), lo que no impide que los mismos que celebran y aplauden con entusiasmo la revolución educativa que vive el país nos sorprendan con otro cuento de camino para justificar lo injustificable.
Mano de hierro.- Ojalá fuera verdad tanta belleza, y el jefe de la Policía aplique mano de hierro a los grupos choferiles que alteran el orden público. Al preguntársele qué hará para impedir los desórdenes provocados por grupos de choferes que se disputan las rutas del Sur, que ayer escenificaron otro enfrentamiento (el tercero en menos de una semana) en la avenida Independencia, el mayor general José Armando Polanco fue así de enfático al garantizar la seguridad ciudadana y el respeto a la ley. Tomémosle la palabra al jefe policial, quien ha demostrado tener los juegos más pesados que su antecesor (a las estadísticas me remito), pues hace tiempo que esperamos alguna autoridad con los co….. (aquí va el pitico de la censura) suficientes para poner en su puesto a las asociaciones de malhechores que se hacen llamar gremios choferiles.