Qué se dice

Qué se dice

Unión FENOSA se comporta como una empresa insaciable. Le fue bien con Balaguer, con aquel famoso contrato de reforma burocrática de la CDE. Le fue bien con Leonel, con la adjudicación de dos de las tres distribuidoras de electricidad y luego la aprobación de dos parques de generación. Le ha ido requetebien con este gobierno, que le firmó los leoninos Acuerdos de Madrid y luego le compró las famosas y quebradas Edes por sumas millonarias en dólares. Quien quiere más de ahí es un gandío, pero Unión FENOSA es tragona, hidrópica, y cada vez quiere más y más.

[b]OSA, los impuestos[/b]

Ahora las generadoras filiales de Unión FENOSA, Generadora La Vega, S.A. y Generadora Palamara, S.A., no quieren pagar lo que tienen que pagar por concepto de impuesto sobre la renta para los años 2000 y 2001, que en conjunto sobrepasan los 415 millones de pesos. Los cabilderos de estas empresas, trascendió en fuentes de la Superintendencia de Electricidad, andan corriendo y presionando en todos los despachos donde pueden, buscando aliados y apoyos, para Atransformar@ esta jugosa suma en 50 ó 75 millones de pesos, y ya. Tan apurados están, que quieren Asalir de esto@ esta semana, antes del 16, es decir, del día de las elecciones. Por supuesto, tendrán que vérselas con don Quico Tabar, quien tiene tradición de cobrarle a quien tiene que pagar. Ojo pelao.

[b]Empantalonada[/b]

Yo me empantalono, tú te empantalonas, y lo lógico sería que también él se empantalone, pero que sea doña Milagros Ortiz Bosch quien nos diga ahora, recuperados apenas de la resaca de ciento sesenta y tantos años de empantalonada historia, que lo que este país necesita son hombres con pantalones para dirigir su destino es sencillamente demasiado. No han sido suficientes, al parecer, Pedro Santana, Ulises Hereaux, Cesáreo Guillermo o el sátrapa latinoamericano por antonomasia, Rafael Leónidas Trujillo, perdonando -por supuesto- el involuntario olvido de tanto macho testicular parido al calor de la manigua. Llegar a pedir públicamente, por simple ignorancia de la historia, que se repitan esas dolorosas experiencias, podría llegar a entenderse, pero ese no es el caso del discurso pronunciado en Santiago por doña Milagros, que muchos no dudan en calificar, entre consternados y sobrecogidos, como otra sorprendente e inexplicable claudicación.

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