Qué se dice

Qué se dice

No hubo manera, a pesar de los esfuerzos de los periodistas, de que el jefe de observadores electorales de la OEA, el doctor Santiago Murray, admitiera lo que está a la vista de todo el mundo. Murray fue muy hábil, como todo buen diplomático, para torear el tenaz acoso al que lo sometieron los comunicadores durante su participación en el almuerzo semanal del Grupo de Comunicaciones Corripio, que a duras penas consiguieron que reconociera la existencia de «quejas» de los partidos de oposición en ese sentido. No pasó inadvertido, sin embargo, el reproche que formuló a quienes modificaron la Constitución para hacer posible la reelección presidencial, que en sus prisas no tuvieron la previsión de acompañar esa modificación de los controles institucionales que evitaran que un presidente con aspiraciones continuistas, como ocurre ahora, se sirva con la cuchara grande de los recursos que el cargo pone a su entera disposición. Aquellos polvos, según Murray, han traído estos lodos, aunque saberlo ahora no signifique, precisamente, el mejor de los consuelos.

[b]Secretismo[/b]

Aunque suponga una gran pérdida de tiempo criticar la falta de una cultura de la transparencia que obligue a los funcionarios públicos, a cualquier nivel, a rendir cuentas de sus acciones u omisiones, llama la atención el secretismo conque rodea la Secretaría de Obras Públicas las obras que ejecuta. Un secretismo que, dicho sea de pasada, conspira contra los propios intereses de quienes dirigen ese importante ministerio, los más interesados -es de suponerse- en divulgar en forma adecuada sus logros y realizaciones. Los reporteros que «cubren» esa cartera saben de lo que estamos hablando, pues no hay manera de que allí se consigan informaciones oportunas sobre lo que se está haciendo o dejando de hacer, para que la ciudadanía pueda ejercer su derecho a saber, gracias a esas periodísticas diligencias, cómo y en qué gastan sus servidores los fondos públicos.

[b]Huelga inútil[/b]

Si los médicos quisieran hacerse una idea de la utilidad práctica, en función de sus intereses y aspiraciones, de la huelga que iniciaron ayer en los hospitales públicos, solo tienen que prestar atención a la reacción inmediata, casi refleja, de la comisión especial de la Cámara de Diputados que estudia el proyecto de ley de aumento salarial a los médicos, cuyo vocero, Radhamés Castro, advirtió ayer que mientras los galenos se mantengan en huelga los legisladores no se reunirán para conocer la pieza. Un forcejeo que hará imposible que los médicos, al igual que el resto de los trabajadores del sector salud, obtengan algún resultado positivo de una lucha gremial que, por el camino que va, no parece conducir a ninguna parte, a pesar del doloroso sacrificio al que se somete a quienes acuden a esos centros a mendigar, literalmente, un poco de atención a sus quebrantos.

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