QUÉ SE DICE

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CLAUDIO ACOSTA
Mala repartición. Lo que se publica en estos días  sobre lo que ganan nuestros diputados y senadores así como la gran cantidad de recursos públicos que van a parar a los bolsillos de los políticos, testaferros, cómplices y socios de ocasión a través de las famosas ONG solo es otra prueba más de que los beneficios de vivir en democracia y el progreso que esta ha hecho posible están muy mal repartidos, tanto, que constituyen un insulto intolerable en un país donde basta abrir cualquier periódico para espantarse de lo mucho que aún nos falta para llegar a ser el país moderno, institucionalizado, bien educado y feliz que nos vienen prometiendo desde hace décadas nuestros políticos, sin que hasta ahora hayamos tenido el privilegio  de ver  materializarse tan proclamado  milagro.

Cierto es que la democracia dominicana, es decir la que construimos los ciudadanos y ciudadanas que votamos en las elecciones, todavía confiamos lo suficiente en los políticos y los partidos como para mantenernos  bastante distantes del indeseado espejo de Venezuela y otros países de Latinoamérica donde la democracia ha hecho aguas a causa, precisamente, de las inconsecuencias y depredaciones de su clase política, pero eso no puede  durar para siempre. No en un país donde un grupito de privilegiados se aferra goloso a la única teta de la única vaca, mientras el resto, que contempla azorado el desenfrenado festín, se aprieta el estómago y se muerde la lengua tratando de contener la  rabia que se le atasca en la garganta.

¿Tiempos superados?  Como si se tratara de una pesadilla recurrente que regresa, puntual,  cada proceso electoral, vuelve a hablarse de una comisión de notables que suplante las funciones y responsabilidades de la Junta Central Electoral, como si todavía no fuera posible, en más de cuarenta años de supuesta vida democrática, llevar a feliz término, sin traumas ni sobresaltos, unas elecciones libres y democráticas. Como era de esperarse el doctor Julio César Castaños Guzmán, presidente de la JCE, ha rechazado  esa  posibilidad diciendo que esos son tiempos felizmente superados, pero  de poco han de servir esas garantías y seguridades mientras sigamos convocando ese fantasma por cualquier quítame esta paja.

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