Poniendo el mal ejemplo.- Si en esta ocasión no ocurrió una desgracia que hoy estaríamos todos lamentando, sépase que estuvo bien pero bien cerca. Una persona resultó herida de bala y otras once recibieron golpes contusos durante una riña que escenificaron miembros de dos familias, en el cementerio Cristo Salvador de San Isidro. ¿Que cuál fue la causa de un pleito de esa envergadura en un lugar tan poco apropiado como un camposanto? Se ha explicado que todo sucedió porque la administración del cementerio le vendió el mismo nicho a dos familias distintas, que al coincidir al momento del entierro de sus muertos y existir un solo nicho disponible para enterrarlos iniciaron una discusión que muy pronto degeneró en una pelea que culminó con uno de los muertos abandonado (sus deudos fueron a parar a la cárcel, al hospital o corrieron por su vida) debajo de un árbol en el más absoluto de los desamparos.
La moraleja, en esta historia de muertos, nichos y pleitos encarnizados no es la facilidad conque los dominicanos recurrimos a la violencia para dirimir nuestras diferencias (¿se ha fijado en la cantidad de veces que una simple discusión de tránsito termina en una balacera?), sino las consecuencias que puede acarrear la irresponsabilidad (para no decir otra cosa) de muchos ayuntamientos del país en la venta de nichos y terrenos, pues no es la primera vez, y probablemente tampoco será la última, que se denuncia la práctica de vender un mismo nicho o una misma porción de terreno a mas de una persona, un verdadero irrespeto de los gobiernos locales hacia sus munícipes. El peor ejemplo que puede recibir un ciudadano, en los disolutos tiempos que vivimos, es el de una autoridad que promueve el desorden y no respeta sus propias leyes y normativas.