Qué se dice

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El culebrón.  El escarceo alrededor del nombramiento en la Secretaría de Medio Ambiente del ex Vicepresidente Jaime David Fernández Mirabal,  quien no solo se niega a tomar posesión del cargo sino también a ofrecer una explicación sobre las razones de  su renuencia a aceptar el cargo, constituye el perfecto ejemplo de lo surrealista que puede llegar a ser, en  ocasiones, nuestra política, pues mientras el país presencia un melodrama en el que parecen mezclarse el orgullo, el despecho y quien sabe si también hasta su buena dosis de  intrigas y celos, en el peledeísmo desempleado cunde un creciente malestar, hasta el extremo de que la agencia española EFE  no duda al utilizar la palabra crisis para describir la situación, pues no todos los que aspiran a un  cargo en la administración pública pueden ser complacidos.

Pero a estas alturas lo que importa no es aclarar las razones del absurdo impasse que mantiene acéfalo un ministerio tan importante, sea que se trate de un nombramiento para el que no se consultó al beneficiario  o porque se le ofreciera otro puesto o Secretaría de Estado y no fue complacido,  sino que se le ponga fin al irrespeto  que supone el hermético silencio que guardan  sobre el tema tanto el presidente Fernández como Fernández Mirabal, como si se tratara de una querella personal en la que ninguno quiere dar su brazo a torcer y no de un asunto de Estado y, por lo tanto, de carácter público, como efectivamente es.

Si se ha criticado el desparpajo de un dirigente político aliado del PLD, que no ha tenido empacho en calificar de “tumbe” la decisión del presidente Fernández de nombrar a otra persona en el cargo que supuestamente se le había prometido, igualmente  criticable debería ser   el desprecio hacia el resto de sus conciudadanos del  que han hecho galas los principales protagonistas del culebrón montado alrededor del nombramiento del ex Vicepresidente  al frente de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

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