Las malas compañías.- Max Puig, candidato presidencial de la Alianza por la Democracia y hasta hace poco aliado político y funcionario del gobierno, se la ha puesto en China, como se dice popularmente, al candidato presidencial del PLD Danilo Medina, al declarar que este no tiene que esperar a ser gobierno, como anunció recientemente, para alejar de su lado a los funcionarios a los que el rumor público señala como corruptos, sino mirar a su derecha e izquierda, porque si están en su campaña cuando sea gobierno también van a estar ahí.
El candidado de la APD ha expresado en voz alta lo que muchos ciudadanos piensan para sus adentros cada vez que escuchan al candidato peledeísta hablar de perseguir la corrupción, pues no se lo imaginan haciéndole pasar ese mal rato a sus compañeros de partido, a muchos de los cuales unen vínculos de amistad y camaradería fraguados durante años de bregas políticas y partidarias. ¿Cómo convencer al electorado, así las cosas, de que sus prometidas sanciones a los corruptos pasarán de las palabras a los hechos? Ese escepticismo se refuerza cuando el ciudadano ve que Medina, en un acto tan significativo como su proclamación como candidato, se hace acompañar de esos funcionarios, que así salieron retratados en los periódicos, orondos y sonrientes y muy quitados de bulla.
El que crea que el candidato oficialista meterá presos a los corruptos de este gobierno es un ingenuo incurable o no vive en este país, donde los políticos han construido un santuario de impunidad cómplice que traba o mediatiza cualquier esfuerzo por adecentar la vida pública sancionando a los que hacen mal uso de los recursos del Estado. Claro está, sus asesores seguirán aconsejándole que prometa castigar la corrupción conscientes de que eso es lo que el electorado desea escuchar, pero mientras su candidato ande en tan malas compañías será muy difícil que creamos en la sinceridad de esa promesa.