Qué se dice

Qué se dice

No es por enchinchar ni agregar más leña al fuego, pero después de saber en qué consisten los «errores» detectados en el padrón que sería utilizado en la pospuesta convención del pasado domingo hay que concluir, necesariamente, en que le será muy difícil a la comisión que la organiza celebrar un certamen transparente y confiable que deje satisfechos a todos sus participantes.[tend] ¿Cómo fueron a parar a ese padrón los miles de militantes de otros partidos, entre ellos gente tan conocida como Quique Antún o Amable Aristy Castro, o los militares que aparecen fotografiados, incluso, con el uniforme puesto? ¿Dónde fueron a parar los cerca de 400 mil militantes que se alega fueron excluídos? ¿Por obra de cuál milagro llegó el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez a figurar en ese documento? Son demasiadas preguntas por responder, y demasiadas -también- las dudas a despejar. Mientras tanto queda demostrado, para quienes llevan anotaciones, que no hay nada más abierto, democrático y pluralista que el padrón electoral del Partido Revolucionario Dominicano. Versión PPH, por supuesto.

[b]Poderes presidenciales[/b]

El doctor Rafael Suberví Bonilla dijo el otro día, en un programa de televisión, que si los perredeístas le confiaban su voto tendrían en él a un Presidente de la República respetuoso de la ley y la Constitución. La expresión podría parecer otra perogrullada mas, tan propias de nuestros políticos cuando están en campaña, pero el énfasis que le puso del precandidato perredeísta ni fue casual ni tampoco inocente. Y aunque muchos prefieran detenerse en lo meramente anecdótico, al calificar esa declaración como una indirecta con un claro destinatario, lo cierto es que se trata de una cuestión que, dada su trascendencia, merecería ser abordada con más amplitud y seriedad. Sobre todo porque en un régimen presidencialista como el nuestro, apuntalado en un artículo 55 que concede al Presidente poderes casi cesáreos, siempre será pertinente saber, aunque solo sea para ahorrarnos los frecuentes excesos en que incurre el Ejecutivo, dónde comienzan y dónde terminan esos poderes.

[b]Un negocio «bajo control»[/b]

Lo que sucede en la cárcel de Rafey, en Santiago, donde las autoridades penitenciarias han sido incapaces de erradicar, de una vez por todas, el tráfico y consumo de drogas, ilustra a la perfección lo difícil que resulta combatir ese flagelo cuando ha echado raíces en alguno de nuestros centros penitenciarios. El licenciado Bernardo Estrella, alcaide del penal, sostiene que gracias a sus esfuerzos el infame negocio «está bastante controlado», aunque no lo suficiente como para evitar que vuelva a ser motivo de denuncias, como acaba de ocurrir tras la visita a Rafey de varios miembros de la Comisión de los Derechos Humanos, encabezados por el doctor Domingo Porfirio Rojas Nina, que tuvieron que escuchar, por enésima vez, renovadas quejas debido al gran trasiego de drogas en ese recinto. Lo que todos nos preguntamos, a propósito de esas reiteradas denuncias, es si realmente será tan difícil evitar que esa droga ingrese al recinto, eliminando las eventuales complicidades que lo hacen posible, o si habrá que resignarse al hecho de que en la principal cárcel del Cibao el narcotráfico, definitivamente, llegó para quedarse.

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