Indiferencia.- Resulta difícil establecer o cuantificar hasta dónde la violencia que nos acosa por todas partes, esa que se nos aparece hasta en la sopa, nos ha vuelto insensibles a sus efectos y secuelas, pero algo debe estar sucediendo que la publicación del memorando del gobierno de los Estados Unidos dando cuenta de que el país duplicó su tasa de homicidios en la última década no mereció siquiera la previsible descalificación, acompañada de la infaltable acusación de injerencismo, de nuestros funcionarios, pero tampoco conmovió a una opinión pública al perecer entretenida con las peripecias de la gente de La Barquita, a la que el presidente Medina realizó una visita sin precedentes, o las implicaciones para nuestros exhaustos bolsillos de una reforma fiscal que nos dará por donde más duele.
¿A nadie le importa que seamos cada vez más violentos y que esa violencia se exprese arrebatándole la vida, por cualquier quítame esta paja, a nuestros semejantes? A juzgar por las reacciones al memorando de marras cualquiera diría que, ciertamente, a pocos importa esa realidad dura y terrible, y salvo el excandidato vicepresidencial del PRD, el licenciado Luis Abinader, tampoco nuestros políticos se dieron por enterados. Así es muy difícil encontrar remedio o soluciones efectivas a una violencia que, como bien señala Abinader, se ha convertido en la principal amenaza para la integridad de la sociedad dominicana, pues para resolver un problema el primero y principal requisito es hacer conciencia de su existencia y del daño que nos provoca.