Qué se dice

Qué se dice

Robert Zoellick, el «number one» de la política comercial de los Estados Unidos, se ha tomado la molestia de precisar, aunque no viniera al caso vincular una cosa con la otra, que si en el país no se producen elecciones limpias no habrá acuerdo comercial entre República Dominicana y su país. En parecidos términos se expresó Regina Vargo, jefa de los negociadores norteamericanos del TLC, al citar la celebración de elecciones justas y libres, así como la firma con el Fondo Monetario Internacional, entre los requisitos imprescindibles para restaurar la confianza que los agentes económicos necesitan para avanzar, sin nuevos sobresaltos, hacia la recuperación. Pero el argentino Santiago Murray, enviado especial de la OEA, fue mucho mas lejos todavía, al declarar en la misma sede de la JCE que la organización de las elecciones del próximo 16 de mayo se desarrolla en un «clima agitado» que amerita, a su juicio, una observación «de largo alcance». O esa gente sabe algo que nosotros ignoramos, o nos está ocurriendo lo que suele sucederle a los maridos cornudos, los últimos en enterarse de un agravio que hace tiempo anda en la boca de todo el mundo.

[b]El pecado original[/b]

Ojalá que el licenciado Hatuey Decamps, presidente del PRD, haya tomado nota de lo que significará para su causa el que un comunicado suscrito por el Diálogo Nacional, en el que concurren los sectores más representativos de la vida nacional, considere que la decisión de la Cámara Contenciosa de la JCE, que anuló la convención que lo eligió candidato presidencial, genera intranquilidad e incertidumbre de cara a la celebración de las elecciones de mayo próximo. Para un buen entendedor como el licenciado Decamps esa percepción de los integrantes del Diálogo, que comparte gente que nunca ha comulgado en ese altar, constituye un espaldarazo a la desigual lucha que libra contra las desbordadas fuerzas del reeleccionismo. Y aunque ese apoyo solo puede tener, en las presentes circunstancias, un valor simbólico, sí contribuye a erosionar aún mas la legitimidad de un tribunal electoral que, hasta ahora, no ha podido lidiar con el peso enorme de su pecado original.

[b]Sin bandera[/b]

La gastronomía criolla, tan sabrosa como variada, da por sabido que el arroz, las habichuelas (sobre todo las rojas) y la carne, la llamada «bandera nacional», constituyen el plato favorito de los dominicanos y las dominicanas. Por lo menos así era antes de que la crisis económica nos obligara a cambiar, prácticamente de un día para otro, nuestros hábitos alimenticios, pues no debe haber muchos compatriotas que al día de hoy puedan darse el lujo de disfrutar en familia de tan patriótico manjar. Y mucho menos después de la virtual desaparición del mercado local de las habichuelas rojas, que los comerciantes atribuyen a la pérdida de gran parte de la cosecha tras los copiosos aguaceros del pasado mes de noviembre, lo que ha provocado que la libra de la leguminosa se esté cotizando a 26 pesos la libra, si acaso aparece. La población, como siempre, encontrará algún sustituto a un ingrediente de nuestra dieta tan apreciado, y no hay que dudar que al mal tiempo sabrá poner su mejor cara. Pero asusta tener que mirar hacia atrás y hacer conciencia, sobrecogidos de espanto, de todo lo que esta crisis nos está arrebatando.

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