Armas peligrosas.- Contrario a lo que muchos creen, portar un arma de fuego en estos tiempos no ofrece mayor seguridad y protección a su portador, y los ejemplos son tan abundantes en las crónicas rojas de nuestros periódicos que sorprende que tanta gente que anda por ahí pavoneándose con un arma al cinto no se haya dado cuenta todavía del grave peligro que corre. El caso mas reciente, el de un capitán de la Policía al que dos delincuentes asesinaron para despojarlo de su arma de reglamento cuando se disponía a cerrar un pequeño negocio de su propiedad, debería ser suficientemente aleccionador o, cuando menos, servir de clarinada de alerta a los que todavía insisten en exhibirse con un arma de fuego. Son muchas las cosas que nos ha obligado a cambiar la inseguridad en que vivimos por culpa de la delincuencia y la criminalidad, entre ellas la idea de que un arma de fuego puede librarnos de todo mal.
Medida polémica.- La utilización de miembros de las Fuerzas Armadas en labores de patrullaje callejero junto a la Policía ha sido siempre una medida polémica con tantos detractores como partidarios, y en esta ocasión no ha sido distinto. En un extremo están los que se oponen por razones obvias: su falta de entrenamiento especializado para esas tareas, que desnaturalizan el rol para el que fueron creadas. Y en el otro extremo, que talvez sean mayoría, quienes al sentirse impotentes frente a los desmanes de los delincuentes albergan la esperanza de que sean los guardias los que los metan en cintura. Si la decisión de enviarlos a patrullar las calles, que se entiende transitoria, logra contener los desafueros de la delincuencia habrá cumplido su propósito mas inmediato, pero dejaría intacto el verdadero problema: la necesidad imperiosa de la Policía de incorporar nuevos agentes a sus filas en un país donde a muy pocos interesa, a causa de los miserables salarios que se pagan, pertenecer al llamado cuerpo del orden.