Qué se dice

Qué se dice

Antes decían que la representaba una chiva, bien amarrada -eso sí- en el patio de la casa del doctor Joaquín Balaguer, donde acudían mansos y cimarrones, en devota romería, a rendirle tributo.

Ahora resulta que la gobernabilidad es otra cosa, una sombra amenazadora gravitando sobre la frágil paz social, pues solo la aprobación en el Congreso Nacional del proyecto de ley del voto preferencial presidencial, que ahora se pretende reintroducir por el Senado, puede salvarnos de la anunciada catástrofe.

Por lo menos eso esperan que creamos quienes se aferran, en un PRD desarticulado por una de las peores crisis divisionistas de su historia, a una solución tan onerosa para nuestra institucionalidad. Sin ley de Lemas o del voto preferencial presidencial, o como quieran bautizar el perturbador engendro, la ingobernabilidad del país sería «terrible», una afirmación que en labios del doctor Rafael Suberví Bonilla, secretario general «en veremos» de un PRD que nadie sabe en qué parará, se parece demasiado a un vulgar chantaje.

[b]Pequeñeces[/b]

La petición, por absurda, no merece ser tomada en serio, pues resulta cuesta arriba pensar que la Comisión de Seguimiento de la Junta Central Electoral, que preside monseñor Agripino Núñez Collado, pueda asumir la administración del importante patrimonio mediático incautado por el Gobierno al quebrado Banco Intercontinental, teniendo por delante un compromiso tan serio de aquí al 16 de mayo.

La preocupación de la coalición del PRSC que encabeza Jacinto Peynado por el uso que se pueda dar a esos medios durante la campaña electoral, sin embargo, es perfectamente atendible, pues el artículo 94, acápite c, de la Ley Electoral, establece la igualdad entre las organizaciones políticas para la difusión de sus mensajes en los medios de comunicación. Pero con una Junta Central Electoral convertida en una nueva babel, donde todos hablan pero nadie escucha, esas son pequeñeces que no revisten mayor importancia. ¿Verdad que sí, monseñor?

[b]Un muerto ajeno[/b]

Como era fácil de prever, sobre todo en estos difíciles momentos, las peticiones para que el doctor Jorge Subero Isa permanezca al frente de la Suprema Corte de Justicia se han convertido en un clamor, al que cada día se incorporan nuevas voces.

Ayer se sumó al coro el consultor jurídico del Poder Ejecutivo, el doctor Guido Gómez Mazara, quien negó sin embargo que el PPH esté ejerciendo algún tipo de presión sobre el máximo tribunal, o que se pretenda, desde el Palacio Nacional, avasallar un poder independiente del Estado como lo es la Justicia. Pero todo el alboroto que ha provocado el anuncio de Subero no debería impedir que insistamos en preguntarle, tan pronto regrese de su compromiso en Costa Rica, qué quiso decir cuando señaló que no estaba dispuesto a cargar con «un muerto ajeno».

Sería una excelente manera de reciprocar todo el apoyo y la solidaridad recibida, pero también de arrojar luz sobre un misterio que conviene aclarar antes de que, como suele suceder, el muerto empiece a oler mal sin que sepamos siquiera su nombre y apellido.

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